El fin de semana, mientras cumplía con mi ritual de leer y tomarme un capuccino, en la mesa de al lado se sentó una pareja con el hijo de aproximadamente 8 años. Al él le fue muy mal en todo el desayuno porque pidió un te helado y se lo hecho encima dos veces, al parecer su vaso estaba a rebosar. El papá lo trato de una manera rabona, y la segunda vez que le ocurrió eso al niño le gritó en un muy mal tono: "¿Ves? ¡eres un bebé!, ¡eres un bebe!", que en medio de todo esa una frase sin sentido, pues es obvio que un bebe no puede levantar un vaso de vidrio, lleno de algún líquido, por sí solo, en fin.
El hombre casi no hablaba con su esposa, más bien parecía estar pendiente de la próxima embarrada de su hijo, para lanzarle un regaño en forma de grito, afortunadamente el niño no volvió a regar el te, o fácilmente se habría ganado una cachetada.
Cuando el ánimo en la mesa se calmó, la mujer, que tenía las uñas pintadas de rosado, le dirigió la palabra al hombre: "Es que a mí si no me gusta que me toquen o me consientan, que pereza eso" dijo. " ¿Por qué no? le pregunto el hombre. "Pues una cosa es que a uno le den un abrazo y eso, pero que cualquier persona se pongan a consentirlo a uno si es muy molesto". El niño seguía la conversación pero no entendía nada, después de que su madre o la novia del papa termino de hablar, comenzó a preguntar "¿por qué?" como loco.
Una ves en la universidad una conocida actuaba de esa forma conmigo, y apenas comenzaba la tocadera yo me escabullía, hasta que un día me dijo "a ti te molesta que te toquen, ¿cierto? No recuerdo que palabras utilicé para responderle, pero le deje claro que estaba en lo cierto.
Estoy de acuerdo con la mujer del desayuno, a mí también me da pereza que me consientan o toquen porque sí; lo que pasa es que usualmente a uno no lo consiente la persona que uno quisiera, sino esas por las que uno no tiene ni el más mínimo interés.
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