El supermercado está a reventar. Pasado un rato Carlos Paz se acopla al caos y cacofonía del lugar: pitos de las cajas registradoras cuando las cajeras pasan los productos sobre el lector óptico; cientos de conversaciones que ocurren en un mismo instante; ruido de bolsas y paquetes en los que las personas hurgan, buscando quizá algo que llevarse a la boca; la voz de una mujer que sale de varios parlantes, repite promociones sin cesar, y se impone sobre todos los sonidos del lugar. Cuando la mujer deja de hablar, de los parlantes también sale una música como de consultorio que trata de apaciguarlo todo.
La experiencia en su totalidad doblega lo poco que le queda de su apellido. Camina de afán, esquivando personas hábilmente, por los corredores que arman las estanterías. Lleva un aguacate y un rollo de papel en sus manos. Mira los objetos por un segundo; son, al parecer, distantes, pero quién sabe de que maneras misteriosas se conectan, piensa por un momento hasta que una viejita que va adelante frena en seco y él debe hacer lo mismo, al tiempo que arquea su cuerpo hacia la derecha para no llevársela por delante.
Luego de su maniobra corporal sube la cabeza por un instante y ve a dos asiáticas que caminan en sentido contrario. Hablan muy duro; parece que acentuaran tanto las vocales como las consonantes de su idioma. Cuando se cruzan, escucha lo que una le dice a la otra: “Nazhi oto wuo” a lo que su compañera responde: “Kentag Azeg!"
Eso fue lo que creyó escuchar luego de decir mentalmente las frases en español. “Kentag Azeg!", ¿qué será?”, se pregunta. Las posibilidades son infinitas, desde el nombre de un emperador hasta Crema dental o “Mire a ese bobo con un aguacate en la mano.”
Camino a su casa fantasea con las palabras y se imagina en un viaje al Asia en el que no se cansa de repetirlas. Se siente bien con esa experiencia que recrea en su mente, pues todas las personas parecen entenderlo y todo lo que desea lo puede solucionar con ese combo de palabras, que son, al parecer, un comodin del lenguaje al que pertenecen. Ojalá las personas lo entendieran así de claro en su idioma nativo. "Kentag Azeg!" piensa, luego sonríe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario