Siente que el silencio es una mentira. Si le preguntarán el por qué, no sabría argumentar su postura, pero hay cosas que sentimos y, por más locas que parezcan, nada ni nadie es capaz de hacernos cambiar de parecer.
Es tarde, casi medianoche y escribe una carta que considera importante, ¿por qué? porque le molesta callar. Tiene muchas cosas por decir y también sabe que el papel lo aguanta todo. La carta, como siempre, no lleva un destinatario, pero si un remitente. Le gusta escribir bajo diferentes seudónimos que escoge según su estado de ánimo.
A veces cuando las termina, decide enviársela a alguien. Según él, las ideas que contienen sus escritos son verdades que las personas merecen saber, por eso pelea contra el silencio, la gran mentira, con la ayuda de ellas. Otras veces las guarda o destruye. calla a la fuerza todo lo que dijo o pensó. Eso le molesta. es decir, el hecho de autocensurarse, pues de cierta manera es traicionar su postura ante el silencio.
Le gustaría no escuchar nada en este momento, fundirse con el silencio para entenderlo, alcanzar una tregua, pues andar en busca del ruido a veces lo cansa. La noche no le colabora. El tic-tact de un reloj que cuelga en una pared de la sala lo distrae y lo traslada al momento en que dará las campanadas que indican el cambio de día. También escucha como unos carros transitan por la calle, ¿quiénes van en ellos?, ¿hacía donde se dirigen, ¿por qué sus tripulantes no están descansando? se pregunta. ¿qué importa? cada uno con sus afanes, cada quien con su ruido o silencio, concluye.
Como le gustaría enviarle una carta a una de esas personas, preguntarles cuál es su afán, pero también a que se dedican, y más que eso preguntarles que los sostiene por dentro, como llevan a cuestas la vida que les tocó vivir, y qué, de lo que hacen a diario, no les permite enloquecer.
Termina la carta. La lee tres veces y decide enviársela a Camila. Todo el tiempo había estado escribiendo para ella y no había querido aceptarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario