lunes, 6 de noviembre de 2017

Tiempo

“¿Quién invento el tiempo?” se pregunta, mientras mira una foto, en una revista, de un lago con pequeñas embarcaciones, que se imagina en movimiento. 

Sabe que no es una pregunta sencilla. Piensa que si eso, el tiempo, solo consistiera en lo que pretende reducirlo, es decir, en los segundos, minutos y horas en los que transcurre su vida y la de sus seres queridos, quizá no se enredaría tanto la cabeza. 

Violeta está convencida que lo mejor sería no existiera, que fuera como un bloque sin posibilidad de divisiones, algo ajeno a nuestras vidas. Algo, quizá, similar al aire, que está ahí, no lo podemos ver, sabemos de su importancia, pero no nos matamos la cabeza disertando sobre él. 

Al buscar respuestas únicamente obtiene más preguntas. Internet le dice que el tiempo es un “Período determinado durante el que se realiza una acción o se desarrolla un acontecimiento”. 

No se lo cree. Es una definición sencilla, como para lavarse las manos con el asunto del tiempo. El momento en el que tuvo a Tomás, su hijo que ahora tiene 2 años, podría catalogarse como un simple acontecimiento, algo, una acción que ella realizó, por más frío que suene;  que solo sucedió, pero sabe que el nacimiento y la muerte son dos eventos que están fuera de cualquier tiempo. 

Sigue buscando y da con más definiciones. Tiempo de: fortuna, pasión, inmemorial, medio, muerto, relativo, sidéreo, o lo que eso signifique; verbal, verdadero, completo; de este último también supone que existe su contraparte, el incompleto. 

De esos el que más le gusta es el de Einstein, el relativo, que “depende de la situación y movimiento del observador”. Así lo cree, que el tiempo no existe como un todo, sino como un gran conjunto de interpretaciones y significados, lo que lo convierte en un asunto subjetivo. 

“Violeta Sánchez, ya puede seguir” mencionan su nombre por un parlante con frialdad, sin ritimo y sin tiempo. Se sobresalta al escucharlo.

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