Palabra en inglés que me agrada y se traduce como: rabieta, pataleta o berrinche. Me acuerdo de ella porque en una sala de espera una adolescente con una maleta de arabescos rosados, vestida con una sudadera azul y tenis blancos, habla, o mejor alega con una señora.
La adolescente está muy alterada y llora, gime, hace pucheros, pero la mujer que la acompaña no repara en ella y mantiene una actitud fría, como desprovista de sentimientos maternales, con la mirada fija en algún punto enfrente de ella.
No solo me acuerdo de la palabra en inglés porque la adolescente tiene un berrinche, sino porque también está hablando en ese idioma. ¿Qué por qué lo hace?, imposible saberlo. Su acento no es extranjero, pero entre sus sollozos predomina la pregunta “Why not?” y luego dice algo sobre una Verónica a la que si la dejaron. Sus frases no sirve de nada porque su interlocutora, que supongo es su mamá, no entra en la dinámica de la pataleta. De vez en cuando le responde algo en voz baja, sin dejar de mirar hacia el frente, y resulta difícil saber si lo hace en español o inglés.
En medio de todo me alcanzo a identificar en algo con la adolescente, pues ¿cuantas veces la vida no nos ha dado la espalda en diferentes situaciones, y nos devanamos la cabeza preguntándonos “Por qué no?”, ¿por qué carajos las cosas tienen que ser de una manera que va tan en contra de lo que nosotros queremos?
A punto de abandonar el lugar, veo que la adolescente saca su celular y comienza, a chatear. Teclea algo y luego sonríe. Su acompañante, como ya sabemos, sigue como una roca, incluso parece no pestañear.
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