Ayer Lucia, una Vecina que vive sola, se estrenó unos zapatos. Por la mañana, en la cocina, luego de pelar una papaya y al momento de dar media vuelta para ir a botar los restos de cascaras a la caneca, que se encuentra a menos de dos pasos del fregadero, se cayó y se fracturó la cadera.
¿Qué ocurrió? Podemos pensar que la suela de los zapatos, al estar nuevos, tiene una mayor fricción con el piso y de ahí el peligro de girar de súbito si los tenemos puestos. ¿Qué se puede hacer?, ¿que los zapatos vengan con una advertencia para su uso, algo como: “tenga cuidado al girar bruscamente, pues dependiendo del tipo de superficie y el coeficiente de fricción, puede sufrir un accidente”?
No, de nada sirve eso. Lo mismo le podría habría podido ocurrir con unos zapatos viejos, o bien, descalza.
Volvamos con la vecina. Que momento angustiante y terrorífico el que habrá vivido mientras estaba tendida en el piso. Imaginemos las cascaras de la papaya esparcidas por el piso junto con el cuchillo, filoso por supuesto, que afortunadamente cayó y rebotó lejos, y a la mujer pensando “¡puta vida! —valga la redundancia—, casi me mato”.
Luego de unos minutos decidió arrastrarse hasta el teléfono, que se encuentra en la sala; escena que podría parecer humillante, pero nada lo es cuando se trata de sobrevivir. En ese corto trayecto que quizá ya había recorrido con sus zapatos nuevos, a primeras horas de la mañana, fue un proceso tortuoso, en cámara lenta. Al intentar esquivar algunas de las cascaras su cintura protesto con un fuerte dolor punzante y no le quedo remedio que restregar su cuerpo sobre ellas. Por fin llegó al teléfono y llamó a una hija que fue en su auxilio.
Aterra pensar todo lo que puede ocurrir al utilizar un par de zapatos nuevos.
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