El hombre no puede ver nada, hay mucho escombros y polvo a su alrededor; también siente mucho calor, producto de unas llamas que no ve pero que siente muy cerca. Su frente está empapada de sudor.
Ese día, como siempre antes de salir a trabajar, el hombre se despidió de su familia. Le dio un ligero beso a su esposa en los labios y acarició con cariño las cabezas de sus hijos, que tomaban el desayuno.
El hombre fue al garaje y encendió su coche, esperó a que el motor se calentara un poco y pasados unos segundos, en los que reflexionó sobre lo afortunado que era al contar con un trabajo, salud y una familia que lo esperaba todos los días en casa, echó reversa y tomo la calle del vecindario que lo llevaría hacia la vía principal.
El cielo estaba parcialmente despejado, y un sol tímido se asomaba por entre las nubes, un clima que quizá no auguraba mas que un día de trabajo tan rutinario como todos los otros que había vivido.
Ese día el hombre tenía una reunión de trabajo lejos de su oficina. Llegó al lugar antes de tiempo, se tomó una taza de café y bromeo un rato con sus colegas. Luego de eso, la reunión transcurrió de manera normal.
Ahora el hombre tose y se encuentra un teléfono. Marca el número del servicio de emergencia. La operadora que contesta le pregunta que en dónde está y cuál es el número desde el que se comunica.
“Estoy, con un amigo, en el piso 105”, responde con la respiración entrecortada.
“¿Cuál es el número?, deme el número por favor, insiste la operadora, como si saber ese dato fuera la tabla de salvación para el hombre. “Escasamente puedo ver”, responde, pero al final consigue leerlo: "4,4,1,26,23", dice jadeando.
“Señorita, somos dos los que estamos en esta oficina y no estamos listos para morir, pero todo se está complicando.”
La mujer le dice que lo entiende, pero no es así, solo continúa recitando el libreto para llamadas de emergencia, con un tono de voz que no aparenta nerviosismo alguno.
La operadora organiza una conferencia telefónica con un departamento de bomberos y un bombero solicita hablar con el hombre que está envuelto en humo y que pronto lo estará en llamas:
“Donde es el fuego señor?
“Está muy mal, hay mucho humo”
“Por favor estese quieto. Llegaremos a usted tan pronto como podamos”
“Siguen diciendo eso, pero el humo está muy mal”
“Es todo lo que podemos hacer”
“¿En dónde están, en qué piso van?”
“No estamos acercando”
“No parece hombre, tengo dos hijos pequeños…”
La operadora vuelve a intervenir
“Tenemos mucho personal en la escena”
“La verdad, no parece que sea así señorita”
La mujer le pregunta el apellido y el hombre se lo repite y luego lo deletrea.
“Mi esposa cree que estoy bien. La llamé y le dije que estaba saliendo del edificio y que estaba bien, y luego ¡bang!
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