Leer o escribir, esa es la cuestión.
Muchas veces me pongo a pensar en eso, ¿Qué tanto, en términos porcentuales tiene un escritor de lector o viceversa? Entonces a veces entro en ese dilema, en qué debo hacer, si leer o escribir; actividades que, claramente, se nutren la una de la otra.
Todo se resume, creo yo, a una mera cuestión de sentimiento, es decir, por un motivo u otro uno escoge, en un momento determinado, una actividad sobre la otra.
El otro día, por ejemplo, en la tarde y antes de una reunión, disponía de una hora libre. Podía leer o escribir; en cuanto a lo segundo era más bien bocetar un ejercicio de escritura creativa basado en la creación de una historia en segunda persona a partir de una imagen; me decidí por lo primero. ¿Por qué? es difícil de explicar, supongo que lo más sensato es decir que lo hice porque me dio la gana.
Más tarde, cuando llegué a la casa me senté a escribir el ejercicio en caliente y creo que el texto que produje fue mejor que si lo hubiera planificado de alguna forma, aunque la verdad eso es más bien mentira, porque, ¿cómo saber que habría sido peor eso que no escribí?
Me aventuro a decir que cada texto tiene su tiempo, y que lo encuentra a uno cuando debe ser.
A la larga no importa mucho descifrar qué es más importante, pues son actividades que van de la mano, y la falta de una o, más bien, una ausencia prolongada, creo yo, afecta a la otra.
El dilema entonces se resuelve de forma sencilla; es una cuestión de momentos: A veces uno es 100% lector y otras 100% escritor, no se diga más, por lo menos no en este texto.
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