Luego de unos exámenes de sangre, en ayunas, voy a desayunar a un café. El lugar está casi solo; únicamente hay un par de personas en la terraza, y adentro una mujer ocupa el puesto de una mesa que da hacia una ventanal.
La mujer toma café de forma espaciada. Cada vez que levanta la taza, la lleva muy despacio hasta la boca, le da un sorbo y la vuelve a poner, con delicadeza, sobre la mesa; parece ser un ejercicio que realiza a plena conciencia.
Mira fijamente un punto fijo más allá de la ventana, que da a la terraza del lugar. Supongo que posa su mirada sobre algo del entorno, cualquier cosa: una silla, la rama del único árbol del lugar, de la que cuelgan unas luces; las mismas luces, en fin; pero eso que mira tan fijamente, es muy probable que no coincida o tenga nada que ver con el lugar en el que se encuentra su mente, pues a todos nos pasa, nos enredamos con un recuerdo, una fantasía, una angustia y habitamos un espacio diferente al físico.
Me parece que la mujer esta sola, y cuando digo sola, me refiero a que está y no está, además de no tener nada a la mano que la distraiga, como su celular por ejemplo, que contrario a ella si está en el lugar y sobre la mesa. En medio de su estado contemplativo, el objeto le importa en lo más mínimo pues la mujer, creo yo, disfruta estar sola en ese otro lugar que comparte con sus pensamientos.
únicamente le da sorbos a la taza de café, sin mover nada más que su brazo izquierdo. Me pregunto en qué pensará, qué decisiones ha tomado en lo que lleva ahí sentada, mientras el resto de los mortales nos anestesiamos con nuestras rutinas.
Un hombre entra en la escena, la saluda y la saca de su estado contemplativo; luego pone un maletín sobre la mesa, hace ruido con la silla en la que se va sentar y se inclina para darle un beso en la mejilla.
¿Seguirá sola la mujer?
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