Edito un guión, no tengo idea quién lo escribió, cuyo primer párrafo es un ladrillazo completo: pesado, falto de ritmo, zonzo, etc. Me acompaña un pocillo de café al que le doy sorbos cada nada, mientras intento desenredar el genero y el número de algunos sustantivos que me están mamando gallo hasta que, creo, lo consigo.
Antes de saltar al siguiente párrafo, conecto los audífonos al computador, y busco una lista: Lo mejor del rock alternativo de los noventa. Salto de nuevo al documento sin saber qué canción va a sonar, y cuando lo comienzo a leer de nuevo, suena Selling The Drama de Live. Me gusta mucho esa canción y le subo al volumen. Sé que escuchar música tan duro es malo para mis oídos, pero descarto el pensamiento rápido.
A medida que las canciones suenan, me fundo en el escrito; comienzo a descifrarlo, a entender sus patrones de ritmo. Mientras estoy en esas suena una versión de No Rain en vivo, en la que Shannon Hoon tiene la voz perfecta.
Hoon, que murió a los 28 años; casi hace parte del ese club de músicos murieron a los 27 : Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Amy Winehouse, entre otros.
Esa edad, ese número, me parece extraño. A diferencia de los 30 me parece que es el verdadero punto de quiebre, es decir, el momento en que uno se convierte en adulto, si tal cosa de la adultez existe. De pronto esas personas eran más susceptibles, emocionalmente, a esa cifra, y por eso no la aguantaron, qué sé yo.
También suena Shine, Iris, una de las pocas canciones que me han dedicado en esta vida; Smells Like Teen Spirit, Alive, entre otras, y cada una llega con su respectivo recuerdo.
Les pongo y no les pongo atención porque la escritura me fluye. Me encuentro, creo, en eso que los psicólogos llaman un episodio de flujo, en el que una persona está totalmente inmersa en la actividad que realiza.
Estoy en la zona y se siente bien.
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