Me pregunto cuántas veces estaré repetido por el mundo y quiénes serán mis Doppelgängers. Me inclino a pensar que entre todos conformamos un ente, no sabría decir de qué tipo, y que nos complementamos los unos a los otros, es decir, si el que vive en Argentina, por decir cualquier país, es muy cascarrabias, otro, el que vive en Copenhague, es de lo más tranquilo y relajado. En lo único que me diferencio de eso dobles es en el nombre, aunque siempre empieza por la misma letra. También me inclino a pensar que físicamente somos idénticos.
Por extrañas razones a veces me llegan E-mails que deberían estar dirigidos a ellos, como los de un tal Jaime que recibe correos con promociones de una farmacia. Ojalá su salud esté bien, porque algunos de sus males podrían llegar a afectarme.
A Jose, al parecer, el fiestero del grupo, le llegan (me llegan) correos de una licorera; también son puras promociones y espero que no abuse de la bebida, pues a estas alturas del partido ya no estamos para borracheras sin sentido, con sentido o de cualquier tipo.
Javier, en cambio, parece tener problemas de dinero, pues a cada rato le llegan facturas vencidas de su operador de televisión por cable.
Somos, entonces, una suma de fuerzas que se anulan unas a otras y así es que evitamos la locura que, como la muerte, siempre vive al acecho, esperando que dejemos abierta cualquier rendija de la existencia para colarse.
A veces hay personas que me dicen algo como: “oye te vi en tal lado el martes pasado”. Siempre les doy la razón, pues me confundieron con uno de mis dobles; estuve y no estuve en el sitio, estuve ausente si es que se puede afirmar tal cosa, y lo hago porque tenemos que acostumbrarnos a nuestros negativos, a esos lados oscuros que conviven con nosotros así sea a la distancia.
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