Un hombre dice ser figura pública en Instagram, pero no lo conozco.
Eso, lo de figura pública me refiero, me parece que es como decir “usted no sabe quién soy yo”, pero en silencio, en fin.
Ese hombre, esa figura pública, sea quien sea, habla acerca de presentaciones efectivas y en un video recomienda que no se debe hablar más de 10 minuto seguidos, para no aburrir a la audiencia.
Quizá tenga razón, y más en esta época virtual, en la que, a veces, se busca llamar la atención de forma desesperada.
Pienso en cómo sería de bueno estar libre de esa sensación, y hablar por más de 10 minutos seguidos de lo que me de la gana, sin tener que preocuparme por el interés de la audiencia. Allá ellos si me ponen atención.
Pongo como ejemplo a la nobel de literatura Svetlana Aleksiévich.
En 2016 tuve la oportunidad de asistir a una charla de la escritora y luego de reclamar el aparato traductor, logré ubicarme en la quinta fila del auditorio.
Después de una espera de media hora, Aleksiévich apareció sonriente en el escenario. Con un andar descomplicado, se sentó en un sofá de cuero blanco.
La escritora contó que la lectura siempre estuvo presente en su familia. “La palabra, para nosotros, era el mundo”, dijo. Y cómo unas palabras de Tolstoy: “No he hecho nada, salgo a la calle y escucho la vida de las personas”, que leyó a inicios de su carrera, la llevaron a escribir y a hacer anotaciones de la vida de diferentes personas durante 40 años.
Era imposible saber si las preguntas que le hacia el entrevistador se traducían de forma precisa, pues Aleksiévich, parecía responder lo que se le cruzaba por la cabeza en ese momento, y sus respuestas eran, más bien, pequeños discursos de 10 o más minutos.
Nunca dejé de ponerle atención.
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