Quiero escribir algo, pero me cuesta decidir qué. No me refiero a que esté indeciso por un tema, sino que simplemente no se me ocurre ninguno. Cuando eso me pasa, suelo evadir el problema escribiendo sobre mi incompetencia para escribir, mi no-escritura.
Podría acudir a la escritura libre y comenzar a anotar lo primero que se me venga a la cabeza. A la larga, este blog, más o menos, consiste en eso. No tiene un rumbo fijo o derrotero a seguir.
En ese sentido este espacio es similar a las prosas apátridas de Julio Ramón Ribeyro. Le pido a los fanáticos de ese escritor que no me malinterpreten; ya quisiera yo tener la misma habilidad para narrar que tuvo el escritor peruano. Lo que quiero decir es que todo lo que escribo aquí, son escritos huérfanos de cualquier territorio literario, como por darles caché, es decir, no hacen parte de ninguna obra.
Decía que podría acudir a la escritura rápida, pero no sé. Imagino que al hacer uso de ese método, la mente comienza a hacer todo tipo de asociaciones, tomando como base la cantidad de barbaridades que uno guarda en la cabeza, y que la idea es botarlo todo, para después mirar qué sale a ver si vale la pena.
Mi inconveniente con ese método es que veo a la escritura como un volador sin palo, y pues, creo, no se trata de eso, ¿o sí? La verdad no sé, dígamelo usted, apreciado lector, si conoce del tema.
A la larga lo que les cuento son puras opiniones. Debería, más bien, haber escrito sobre la taza de té que me acabo de tomar. Ya solo le queda un cuncho y esta frío. Igual me lo voy a tomar, como para hacer la tarea completa.
La verdad no tengo mucho para contarles sobre el té, pero el problema es mío, tiene que ver con mi incompetencia narrativa y no con el té, gran bebida esa y de la que, de cada taza, se podría contar una historia fascinante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario