El señor Lara piensa que no le ha ido bien en la vida, y que esta le debe cosas, algo; no sabe precisar bien qué. Considera que las personas deben darle el lugar que se merece en el mundo, para dejar de sentir que está en desventaja cuando se compara con sus pares.
En últimas y de acuerdo con el refrán, Lara siente que no solo son sus escupitajos los que le caen en la cara, sino los de todas las personas.
Los sujetos como él, llenos de odio, son peligrosos. Ya nos lo contó el escritor Rubem Fonseca en su cuento El Cobrador.
El protagonista siente que todo y todos, la vida misma, el cosmos, digamos, están en deuda con él:
“Digo, dentro de mi cabeza y a veces para afuera,
¡todos
me las tienen que pagar! Me deben comida, coños, cobertores, zapatos,
casa, coche, reloj, muelas; todo me lo deben.
Me deben escuela, novia, tocadiscos, respeto,
sángüich de mortadela
en el bar de la calle Vieira Fazenda, helado, balón de
futbol.”
- El cobrador -
Para nuestra fortuna el señor Lara, que puede ser un familiar cercano o un compañero de trabajo, o esa persona que camina a nuestro lado por la calle, no ha llegado a tal punto, pero ahí va, acumulando odio de a poquitos.
Uno de sus pasatiempos favoritos es cazar peleas con perfectos desconocidos en las redes sociales, personas con las que nunca ha tratado en su vida, pero por las que siente una envidia descomunal.
Confiemos en que su válvula de escape siga siendo ese espacio virtual.
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