Conocí la obra de Rosa Montero luego de enterarme que Juan José Millás escribía columnas para El País. Investigué quienes eran los otros columnistas y di con ella. Aún tengo pendiente a Javier Marías, escritor que volvió a aparecer en mi vida hace poco, luego de que una prima me recomendara su novela Berta Isla.
Lo primero que leí de Montero fue "La ridícula idea de no volver a verte", un libro bellísimo que explora los diarios de Marie Curie y la relación de estos con la muerte, su vida y, me atrevo a decir, la de todos.
Luego caí en el Peso del corazón, es decir, empecé la trilogía de su personaje favorito Bruna Husky, por la segunda entrega. En esa obra Husky, una androide, sabe cuántos años le quedan de vida, pues está diseñada para durar diez años, y cada día lo recuerda.
La desesperación por la llegada de la muerte, dice Montero, es algo que ha tenido desde niña. De ahí, imagino, su obsesión con el paso del tiempo, otro tema recurrente en toda su obra.
Pero afirma que esa conciencia sobre la muerte, en vez de llenarla de angustia, le ha ayudado a ver la vida como una droga que le quema las venas, y eso le ha ayudado a apreciarla mucho más.
Cuando comenzó a escribir esa saga futurista de novela negra, su pareja enfermó y solo bastaron diez meses para que muriera. En medio de esa tormenta emocional, Montero no paro de escribir y dice que si logro hacerlo fue por Bruna, pues se siente más cerca de ella que de ninguno de sus otros personajes.
Imagino que escribir, entre muchas otras cosas, sirve para drenar los dolores que nos causa la vida.
"Escribo para otorgar al mal y al dolor
un sentido que sé que no tienen"
- Rosa Montero -
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