El cielo está despejado y un sol picante cuelga de él. Al clima lo acompaña una brisa tenue, que a veces toma fuerza, pero como que se arrepiente y al final no abandona su estado inicial.
La mujer está sola sentada en la banca de un parque y se concentra en darle lengüetazos a un cono de helado de dos bolas: la superior es roja y la de abajo verde. Por los costados les escurre una salsa roja que, al parecer, es de mora.
Yo, ese narrador en tercera persona podría aventurarme a contarles cualquier cosa sobre la mujer, qué sé yo, podría especular e inventarme una razón tras otra de por qué se encuentra sola, como esas fotos que publican en internet, con personas que comen algo sin compañía alguna y le insertan cualquier frase barata, con tintes motivacionales, a la imagen.
Tal vez podría concentrarme en describir su apariencia física: si es gorda, flaca, cómo tiene su pelo, la ropa que lleva puesta, el lunar que tiene en el mentón, pero a veces, como dice Elvira Lindo, esas descripciones físicas impacientan al narrador.
Podría incluso darle un nombre, decirles que se llama Carolina y que su novio la dejó por otra, pero ella todavía no lo sabe porque él le dijo que tenía que viajar por trabajo. Por eso salió a comerse un helado sola.
Pero es que uno nunca debe confiarse de los narradores, porque inventan muchas cosas, más si son omniscientes, esos dioses que lo ven y saben todo. Entonces, aparte de conocer hasta el más mínimo detalle de vida de la mujer que come helado, también conoceríamos sus pensamientos, lo que sea que alguien piensa cuando le da un lengüetazo a una bola de helado y cierra los ojos como para apreciar más el sabor.
También podría hacer uso de figuras narrativas, de esas que uno lee y siente que calan produndo, porque al afectan las asociaciones individuales de cada lector y transforman las experiencias que ha vivido.
Podría hacer eso, pero hoy solo quiero contarles que, en un instante del tiempo, una mujer estaba sentada en la banca de un parque dándole lengüetazos a un helado.
Aunque no parezca esa simple acción narrativa puede ser más importante que mil páginas que hablen en detalle sobre ella y su vida.
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