Por eso había estado tan ausente en este espacio, porque solo me daban ganas de echarme en la cama para despotricar del mundo y lo miserable que era.
Una exageración, claro está, porque nadie, que yo sepa, ha muerto por un dolor de cabeza, y al final siempre se desvanecía tan de repente como había llegado.
El hecho es que heme aquí estancado, pues la falta de práctica me tiene como embotado. Apenas me senté me hice la misma pregunta que en muchas ocasiones: ¿Sobre qué carajos voy a escribir? entonces opté por lo fácil, contarles que, al parecer, estoy saliendo de mi temporada de dolor de cabeza.
Aunque lo mejor, tal vez, sería ser prudente y no cantar victoria tan pronto. Si lo hago es porque es el primer día que me siento normal, si es que esa definición aplica. A lo que me refiero es que los dolores siempre venían acompañados de una sensación de extrañeza, como melancolía o ansiedad, producto, imagino, del coctel de medicamentos que estaba tomando. Entonces sentía que estaba sin estar, si es que ustedes me entienden.
Algo que me propuse en esta nueva temporada de dolor de cabeza que no me daba desde marzo de 2020 cuando la pandemia estalló, fue no parar de leer, así que aprovechaba cualquier periodo de mediana calma para hacerlo.
Además, porque me di cuenta de que cuando esa sensación de extrañeza intentaba sobrepasarme, la lectura era la única actividad que la contrarrestaba. Así que al menor indicio de cabeza despejada. metía mis narices, ojos más bien, en un libro.
Cuando todo lo demás falla, la lectura siempre seguirá en pie.
Por ahora espero volver a Almojábana con la misma frecuencia de antes y si alguien me extrañó, pues aquí estoy de vuelta.
Larga vida a la escritura, mi blog y a la lectura.
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