¿La Solución? Leer. No significa que sea la única, pero a mí me funciona como remedio para esa sensación de hastío.
¿Y qué leer? Hace poco terminé un libro de no ficción. Necesito consumir ficción. Rosa Montero dice que es indispensable incorporarla en nuestra rutinas para que no se atrofie la imaginación.
Entonces llega ese momento de escoger mi próxima lectura, procedimiento para el cual no aplico ningún método, sino que es pura cuestión de feeling. Se me viene a la cabeza Alejandro Zambra, pues tengo No leer, pero es un elogio a la lectura y, como ya dije, quiero cambiar a la ficción; además hace un tiempo comencé a leer El amor de mi vida de Montero que, de cierta forma, es similar al de Zambra.
Recuerdo un archivo en pdf que redescubrí en estos días, una selección de Articuentos de Millás titulados Identidad e identidades. Es un documento de 48 páginas. Quién sabe de dónde y cuándo lo descargue. Lo más probable es que hagan parta de los Articuentos Completos, pero para no dilatar más la escogencia de una lectura, pienso que es un texto en el que puedo escampar, por lo menos por hoy, hasta que me decida por una nueva novela.
Lo cargo en el Kindle y el aparato me dice que su tiempo de lectura es de 45 minutos. Está perfecto, pienso. Nada mejor para mi estado de ánimo que Millás, su humor y su escritura que se pasea entre el territorio que comparten la realidad y la ficción.
Salgo a la calle y comienzo a caminar sin un rumbo definido. Como leí hace poco, echarse a andar es un acto liberador que sirve para despejar la cabeza. En medio de mi caminata llego a un cruce y puedo torcer a la izquierda para ir a un mercado o especie de feria o seguir derecho hasta llegar al café de una librería.
Me decido por la segunda opción, pues pienso que estar rodeado de libros me hará bien. Llego al lugar hojeo varios, me zampo un capuchino y los Articuentos de Millás (el mejor es el de alguien que cae dentro del paréntesis de un texto).
termino la lectura y de salida duro otro buen rato hojeando libros y apuntando los que me llaman la atención en el celular.
Abandono el lugar y ya no hay rastro de esa sensación de aburrimiento que me invadía horas antes.
Ya saben que pueden hacer para los malestares emocionales: echarse a andar, leer o tomar café.
"Avancé seguro de reconocer el camino, pero me extravié en una
subordinada, y al decidir volver sobre mis pasos rodé a un segundo
nivel donde no se veía nada. Se trataba de uno de esos paréntesis
con sótano, un poco laberínticos, en los que cuanto más te acercas
al final, más te alejas de su sentido."
- Juan José Millás -
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