Llevo días sin escribir acá. Podría decir que mi ausencia se debe a una mezcla de situaciones, además de un viaje de último minuto, pero la verdad es que todo se resume en pura y física pereza. Algunos días he intentado escribir hacia el final de la tarde, pero en esos momentos estoy cansado y apenas me siento en el escritorio no se me ocurre nada.
De pronto es porque quiero hablar de cosas que me han pasado, y tal vez no me ha pasado mucho, o de pronto es porque acudo mucho a ese género llamado autoficción, pues casi siempre narro eventos propios, al tiempo que les incluyo cosas ficticias.
Sea como sea, un amigo me cuenta que el escritor argentino Hernán Díaz, dice que actualmente existe una decadente moda de autoficción confesional, que viene a ser “una gran inflación del yo”. Díaz sentencia su postura diciendo que muchos textos se han transformado en una especie de selfie narrativo.
Cuando me contó eso, pensé en la frase que leí de una crónica de Leila Guerriero: La primera persona es una traición, porque termina siendo más importante el escritor que lo escrito.
Salman Rushdie cuenta que cuando escribió su memoir Joseph Anton, se narró en tercera persona, porque no le gusto cuando comenzó a hacerlo en la primera. En ese momento, escribir en esa voz le pareció un ejercicio narciso. Rushdie concluye que a pesar de ser él, no dejaba de existir cierta distancia con Joseph Anton.
Pero vuelvo y repito. Me da igual cómo sean mis textos, es decir, si son buenos o no. Solo espero volver a retomar el ritmo y escribir sobre el tema que sea.
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