“La novela es un batiburrillo de palabras con personajes poco desarrollados. Una trama sin pies ni cabeza y repleta de “parches” que buscan darle algún sentido a una historia floja en la que, con un sinfín de figuras narrativas que solo evocan simplezas y parecen incluidas al azar, el autor pretende darse ciertos bríos de intelectual. Puedo afirmar que toda la obra, con el perdón de esa palabra, es una equivocación narrativa …”
Ese era uno de los párrafos de la reseña que le había pedido la revista a la reconocida literata y lingüista Alissa Beresford sobre “Todo es tiniebla”, la novela debut del escritor Manjiro Kunawa, que en su primera semana en el mercado había barrido en ventas.
Hasta el momento nadie tenía idea de quién era Kunawa. “El escritor estudió arquitectura y tiene un poco más de 30 años” había dicho su editor en una rueda de prensa” sobre la nueva sensación literaria que había decidido publicar bajo ese misterioso seudónimo , al parecer, asiático.
En los círculos de escritores e intelectuales se criticaba fuertemente su obra. ¿Quién era ese Kunawa para venir a publicar algo? ¿Acaso ahora cualquiera puede darse el título de escritor?
¿Había leído el libro la célebre Beresford, que con sus críticas tenía el poder para hundir o exaltar a diferentes artistas? Sí y no. Lo había ojeado, picado pasajes aleatorios de diferentes capítulos. Tenía otras tareas más apremiantes y consideraba fácil la reseña que le habían pedido.
No entendía bien cuál era la rabia que ciertas personas le tenían al escritor, arquitecto o lo que fuera. De lo poco que había leído y siendo sincera, debía confesar que su narrativa la había enganchado.
Pero como se trata de no desentonar, sino de cumplir con su papel de intelectual a cabalidad, Beresford sabía que lo único que debía hacer era seleccionar cuidadosamente un par de comentarios destructivos de los miles de lectores alrededor del mundo, y edificar su texto desde allí.
"¿Qué importa si Kunawa o quién sea tenga algo de talento? Si el público quiere verlo apabullado, derrumbado moralmente mejor ponerse manos a la obra y dejar la sinceridad para otra ocasión” piensa Beresford, que sabe exactamente cuál es texto que se espera de ella.
"¿Por qué esos personajes que se servían de la literatura como adorno
o pretexto iban a ser más escritores que Pedro Camacho, quien sólo vivía para
escribir? ¿Por qué ellos habían leído (o, al menos sabían que deberían haber leído)
a Proust, a Faulkner, a Joyce, y Pedro Camacho era poco más que un analfabeto?"
- La Tía Julia y el escribidor -
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