viernes, 9 de junio de 2017

Mamá-da

Camila llega afanada al café con la cartera al hombro y varias bolsas en ambas manos.  De su falda cuelga Violeta, su hija, una pequeña 5 años. La madre se desploma en la primera mesa que encuentra desocupada y al rato suelta un gran suspiro.

Violeta sólo le presta atención a un juguete de varias piezas que tiene en sus manos, mientras Camila tiene la mirada, triste, fija en un punto.  Mira de reojo a su hija y se muerde el labio. " ¿Y que hiciste hoy en el colegio?" Le pregunta. "Ya no me acuerdo" responde de forma automática y odiosa la pequeña.

"¿Quieres un pastel de carne?" le pregunta Camila en un arranque de cariño. "No quiero nada" responde tajante la pequeña, sin la menor muestra de ternura. "Cuando lo pruebes te vas a antojar de uno para ti sola". La frase no surte el menor efecto en su hija.   A Camila esas actitudes la desconciertan y  a veces cree que esa "enanita", como le dice cariñosamente, con la que comparte la mayor parte del día no es su hija.

¿En qué  momento cambió tanto su vida? Había acabo una Maestría y tenía en la mira un doctorado cuando conoció a Federico.  Después de un año y poco más de relación se casaron y al segundo quedó embarazada,  era el curso natural de las cosas, ¿no?

Es ilógico pensar que no la quiere, pero en días como hoy, que se siente tan cansada y sola se aventura a pensar en esa otra vida paralela sin esposo ni hijos y viajando por el mundo, que llego a desear tanto en algún momento de su vida.

Intenta distraerse con el celular pero al rato lo deja.  Y si se para y la deja ahí y echa a correr,  ¿hasta dónde llegaría?.  Se imagina el titular de la noticia "Madre abandona a su hija en restaurante y sale a correr como loca". 

 "Mami quiero un jugo".  Esas palabras evaporan sus pensamientos; voltea a mirar a su hija y le acaricia la cabeza y le Sonríe, no tiene posibilidad alguna de odiarla.

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