“La vida cambia rápido, la vida cambia en el instante.
Te sientas a comer y la vida, como la conocías, se termina.”
La frase es de Joan Didion, una de esas escritoras que tienen sus palabras manchadas de sangre, bilis, de vísceras, de lo que sea que nos mantiene vivos. Me parece que tiene que ver con el final, de qué, pues de la vida, es decir, con la muerte.
Todo tiene que ver con la muerte o, mejor, esta se nos atraviesa a cada rato, pero no nos damos cuenta, porque jugamos a ser inmortales, a verla como un evento lejano. ¿Acaso quién no desea vivir mucho, y espera no morir hoy, dentro de un par de días o semanas, sino pasados varios años?
La frase de Didion también me recuerda otra de Tom Clancy, el escritor de novelas de espionaje, o quizás sea de otra persona; a menudo la poca información que poseo se mezlca de formas extrañas. Esa frase, que tampoco recuerdo de forma precisa, decía algo como: Lo bueno es que la ficción es más fácil que la realidad, pues en ella, en la buena digamos, todo su engranaje debe acoplarse de forma perfecta, para que la obra no carezca de sentido, mientras que a la realidad nada la contiene y por eso nos bombardea con todo tipo de eventos absurdos y sin explicación.
De ahí que hayan surgido frases del tipo: “Las cosas pasan por algo”, y otros métodos pobres para intentar entender esto, que es todo y nada, vida y muerte al mismo tiempo.
Una llamada que recibí esta tarde, disparo la frase de Didion, no ha dejado de rebotar en mi bóveda craneal, y ha despertado otras frases que estaban hibernando; como esta otra que también se relaciona con la de la escritora:
“La vida es una chispa entre dos vacíos idénticos, la oscuridad
antes de nacer y la que está después de la muerte. ¿No es extraño lo
mucho que nos preocupamos por el segundo vacío y nunca pensamos
en el primero?”
— El día en que Nietzche lloró —
Te sientas a comer…
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