“Urania. No le habían hecho un favor sus padres; su nombre daba la idea
de un planeta, de un mineral, de todo, salvo de la mujer espigada y de rasgos
finos, tez bruñida y grandes ojos oscuros, algo tristes, que le devolvía el espejo.
¡Urania! Vaya ocurrencia.”
- La fiesta del chivo -
Ese es el párrafo con el que inicia esa novela de Vargas Llosa ¡Vaya inicio y vaya nombre!
La dinámica del amigo secreto siempre me recuerda a Urania Cabral, uno de los personajes principales de esa novela, la primera que leí de ese escritor, y que me regalaron, hace ya varios años, cuando participé en esa dinámica. Si existiera un campeonato de nombres de personajes de novela, Urania, creo, estaría entre los 10 primeros, pues es como un agujero negro que absorbe toda la atención.
Este año, como todos los otros en los que he jugado amigo secreto, volví a pedir de regalo un bono para un libro.
Aunque tengo varios en fila de lectura, hoy decidí ir a cambiarlo. Traté de poner tres opciones sobre la mesa: La Carne, de Rosa Montero, novela de la que una amiga me hablo muy bien y me envió la foto del párrafo introductorio, que es igual o más llamativo que el nombre Urania:
“La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de
lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir.
Y el momento justo de la acción es tan confuso, tan resbaladizo
y tan efímero que lo desperdicias mirando con aturdimiento alrededor”
- La Carne –
Otro libro era lo que no tiene nombre, de piedad Bonnet, que presiento que cuando lo lea me va a cachetear emocionalmente, algo que, digamos, me agrada de un libro. El tercero era El cuento de la criada deMaragret Atwood, al que también le tengo muchas ganas.
Cuando llegué a la librería, algo iluso, pregunté por libros de Juan José Millás, confiado en que por alguna razón extraña del destino, me iban a decir que tenían su última novela, La vida a ratos, aunque una mujer que habla de libros en Instagram, y que tiene contacto directo con editoriales, ya me había dicho que no tienen previsto traerlo por el momento.
“¿Juan Manuel Millas?”, preguntó la mujer que me atendía, una mala señal. Como era de esperar, no lo tenían. Lo que si tenían era una promoción buenísima de pague dos lleve tres de otras de sus novelas, a un precio muy barato, pero que ya leí.
Le di las gracias a la mujer y pregunté por La Carne, de Rosa Montero. No lo tenían, pero si estaba “El arte de la entrevista”. Era la primera vez que veía ese, y le pedí que por favor lo buscara. Después de un rato la mujer me lo dio y aproveché para pedirle también el de Bonnet y el de Atwood.
Con los tres libros en mis manos di otra vuelta por la librería, y al final apliqué mi técnica de beneficio/costo para seleccionar libros, basada en precio y grosor, y me llevé el de Montero que, seguro, me va a gustar.
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