El autor Robert MacKee plantea lo siguiente en su libro Story: un guionista escribe una escena en la que un personaje se encuentra ante una puerta cerrada. La golpea y, pasados unos segundos, la puerta se abre amablemente para invitarlo a pasar.
El escritor concluye que esa es una escena que nunca verá la luz de la pantalla, pues se está desperdiciando una gran oportunidad para inyectarle tensión e incertidumbre a la historia, y eso es lo que nos mantiene pegados a un relato, pues la curiosidad es un sentimiento visceral que genera una placentera descarga de dopamina, y en donde haya grandes cantidades de esa hormona, ahí nos queremos quedar.
Imagino que esos principios básicos de escritura de guion se pueden aplicar a la vida. Todos los días se tocan puertas, pero esperar a que nos abran y nos inviten a pasar le resta intriga a la existencia. Sin embargo, eso es lo que la mayoría de veces deseamos, transitar por la vida sin ningún inconveniente.
Nos cuesta aceptar que la vida es puro caos y conflicto, y que siempre está lista para hacernos zancadilla en cualquier momento. Como dice Rosa Montero: “La realidad es caótica, la vida es un susto, no controlamos nada de lo que nos sucede". Pero eso, creo, no debería preocuparnos tanto, pues está claro que sin conflicto no hay historia.
Acerca de nuestro repudio a los inconvenientes, MacKee también dice algo en su libro: Los cambios significativos en la situación de la vida de un personaje se logran por medio del conflicto.
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