miércoles, 10 de agosto de 2022

Orishas

Hoy, cuando iba en el carro de mi hermana por un trancón en la 68, sonó Orishas.

La banda cubana me recuerda dos momentos en mi vida: uno feliz y otro amargo. El primero ocurrió hace muchos años y fue con D. Fue en esa época en la que me aventuraba a conocer mujeres por internet, pero no por páginas de citas de esas que hoy en día abundan, sino que lo hacía por Blogger, 
en aquellos tiempos de mi primer blog, y por la cajitas de mensajes en las que uno podía dejar saludos. 

D. vivía por el Parkway y como si nada, sin saber si yo era un loco o un acosador, me dio su teléfono, la dirección de su casa y me dijo que podía ir a visitarla.

Acordamos una fecha y claro, yo, sin saber si era si ella era una traficante de órganos,  una integrante de la Yakuza o el mismismo diablo, asistí a la cita,  pues ella me atraía. Ese día, me presentó a su madre y después fuimos a su cuarto a escuchar música y me mostró unas cosas en su computador y puso música de Orishas .  Ahí fue la primera vez que escuché a ese grupo, por eso siempre lo relaciono con ella.

 Luego salimos a tomarnos una cerveza, y caminamos  tomados de la mano hasta el bar, por un sendero con árboles a cada lado.

Fue una buena noche.

Luego hubo otras salidas, pero pasado un tiempo nuestras conversaciones se empezaron a espaciar y en algún momento las cosas entre los dos, si es que llegaron a existir, se diluyeron, y de un día para otro nos dejamos de hablar.

La música de ese grupo también me acuerda del concierto que dieron en un teatro del centro y, como por variar, ese día, como casi todos en los que voy a un concierto, tuve que madrugar mucho.

Estaba muy cansado y llegué a hacer fila al lugar a eso de las 10 de la noche. Un amigo y su novia llegaron después, y logramos entrar al teatro a eso de las 11. Luego nos embutieron un grupo telonero de Salsa que yo no tenía ni la más mínima idea quiénes eran, y parece que se cantaron todo su álbum debut.

Yo estaba muerto del cansancio y me costaba respirar, porque con mi amigo y su pareja habíamos decidido comprar las boletas de platea y estábamos a menos de un metro del escenario. Si habían 1000 personas en el lugar 997 estaban fumando. Respirar me estaba costando mucho.

En medio de eso, un grupo de al lado se le ocurrió la brillante idea de ponerse a bailar salsa pero como si estuvieran en un concurso de baile, es decir, como si fueran bailarines de Delirio, dando vueltas y todo eso, y entonces a cada rato me metían un empujón o un codazo.

Yo, trataba de invocar a mi maestro Zen interno , para no decir nada, y solo pensaba en que pronto iba a salir Orishas, y el empute se me iba a pasar, cuando de un momento a otro un salsero innato de estos que les hablo, me rozo el brazo con la punta de un cigarrillo, y le dije: “¡Hombre, cuidado!”, pero para él fue como si le hubiera mentado la madre, pues de inmediato me encaró, y comenzó a soltarme un repertorio de groserías  como invitándome a lanzar el primer golpe.

Yo volteé a mirar a mi amigo para recibir algo de apoyo, pero ahí me enteré de que su novia se acababa de desmayar.

“Hermano, ellos son más, y seguro lo cascan, deje así” me dije a mí mismo. Entonces di medía vuelta, eché uno de los brazos de la novia de mi amigo sobre mi hombro y nos fuimos del lugar. Justo en la puerta, el concierto de Orishas comenzó...

A lo cubano
Botella'e ron tabaco habano
Chicas por doquier
Ponche en café guano
Aquí mi vida para los mareaos...

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