“Un vehículo vacío estacionado en la calle se consideraba un peligro potencial en ese entonces”.
Esa es la única referencia al pasado en un cuento.Aunque es casi imperceptible, V. dice que el uso de flashbacks le enredan el caminao’ a los escritores y que nada mejor que ceñirse al presente y narrar todo desde ahí.
Le damos la razón, a veces solo sirven para complicar la narración. Recuerdo que me costó mucho leerlos en La forma de las Ruinas, la novela de Juan Gabriel Vásquez, pues eran extensos, más de 100 páginas, y siempre que caía en uno de ellos, no veía el momento en que el narrador me trajera de nuevo al presente.
A mí es mejor que me tengan ahí, al ladito de la acción, o si no me pierden.
Lisa Cron dice que hay que tratarlos con mucho cuidado y que los hay de todo tipo y tamaño. Cuenta que algunas veces pueden ser subtramas que no tienen nada que ver con la historia principal, o una pieza de información que a la larga no se necesita y por lo tanto el escritor no tiene ni idea qué hacer con ella, y termina por insertarla a la maldita sea donde mejor le parezca.
Los retrata de esta manera: “un flashback mal utilizado es como alguien que te toca la espalda en el cine justo después de que el protagonista lo ha perdido todo. No tienes ganas de quitar la vista de la pantalla, pues en el segundo que lo hagas sabes que el hechizo se romperá”.
Tal vez, al momento de escribir, es importante tener ínfulas de budista y darle mayor importancia al tiempo presente qué a cualquier otro elemento.
Porque si un flashback disuena de la historia vendría a ser, como también dice Cron, una gota de tinta que cae en un recipiente con agua y que termina por extenderse y untar todo.
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