Cuenta la escritora Laura Ortiz, autora de Sofoco, que para escribir, escribir de verdad, es decir, escribir de forma sincera sin pretensión alguna ni intentando sonar inteligentes, es necesario prestarle atención a la voz extraña.
Se refiere a ese otro yo que nos habita, una voz extraña que nos sobrepasa y toma control del proceso de escritura. Es, creo, como ya lo he mencionado un par de veces, dejar que el inconsciente tome el control del proceso, y dejarse atravesar por los personajes y las historias; rendirse a ellos.
Menciona Yo es otro un poema de Rimbaud que siempre trató ubicarse fuera de sí mismo y que pensaba que solo se puede comprender el mundo cuando se mira bajo los ojos de otro.
“Nos equivocamos al decir: yo pienso: deberíamos decir me piensan. –Perdón por el juego de palabras. YO es otro.”
Según parece, cuando solo se acude a la racionalidad para escribir, puede que se obtengan textos redondos y pulcros, pero de los que se nota a leguas que no salieron del barro y a la larga suenan falsos. Textos que no sacuden al lector para nada.
Quizá por eso Marguerite Duras dice lo siguiente en Escribir:
“Creo que lo que reprocho a los libros, en general es eso: que no son libres. Se ve a través de la escritura: están fabricados, están organizados, reglamentados, diríase que conformes
“Sigue habiendo generaciones muertas que hacen libros pudibundos. Incluso jóvenes: libros encantadores, sin poso alguno, sin noche. Sin silencio. Dicho de otro modo: sin auténtico autor, libros de un día, de entretenimiento de viaje. Pero no libros que se incrusten en el pensamiento y que hablen del duelo profundo de toda vida, el lugar común de todo pensamiento.”
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