Desde hace un tiempo no me siento del todo a gusto con lo que escribo aquí, aunque eso no se debe a su calidad, es decir, no me importa que sean textos pésimos, malos o excelentes. Como dice Rosa Montero, independiente de su calidad, la escritura es un esqueleto exógeno que nos mantiene en pie.
A lo que voy es que a veces siento que mucho de lo que cuento es superficial, es decir, muy pandito o a medias tintas, y se me ocurre pensar que quizás escribir debería ser todo lo contrario, un acto visceral, si es que el término aplica, en el que se deja todo en la página y cuyo fin último debe ser vomitar palabras sin importar lo crudas o retorcidas que sean.
Puede que eso tenga que ver con lo que hablan muchos escritores acerca de que escribir tiene tiene que ver más con el subconsciente, con esos deseos profundos y retorcidos que todos llevamos por dentro.
Me pregunto si será falta de vivir más, de ir tan a lo seguro en la vida, en vez de tropezar en o con ella casi de forma deliberada, para contar con más material narrativo, o de abrazar la oscuridad que se lleva, que no es poca, y narrarla con desparpajo.
El punto es que hay que tener cuidado con la aguas mansas de la vida, con esa supuesta apariencia de tranquilidad que a veces nos envuelve, pues bien decía Sylvia Plath: “Me preocupa que la felicidad me vuelva perezosa (para la escritura)” y también lo sentenciaron los Beatles: Hapiness is a warm gun.
Según Mario Mendoza a veces se vive poco y se especula más de lo necesario, y un escritor sin vivencias puede ser peligroso no solo para él, sino también para los demás.
La clave, creo, de la escritura, está en no dejar de practicarla pues, como dicen por ahí, es como un músculo que se debe ejercitar de forma constante. De pronto, con algo de suerte, en medio de ese ejercicio, aparecen esas palabras con visos de verdad, que estaban tan enquistadas allá, en ese lugar donde el cuerpo las guarda, y todo cobra sentido.
Escribir, entonces, como muchas cosas en la vida, no es más que un ejercicio de prueba y error, más lo segundo que lo primero, pues como ya lo he dicho, somos más nudo que desenlace.
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