Casi siempre, por no decir todas las veces, que entro en una librería no busco nada en especial, voy sin ningún título en mente a ver de qué me antojo. A veces juzgo los libros por la portada y si me atraen los agarro, los abro en cualquier página y leo un par de párrafos a ver si tengo feeling con la obra. Otras veces el título es el que me causa curiosidad y entonces aplico el mismo método. Así me pasó en una feria del libro con los Articuentos completos de Millás y después caí redondito en toda su obra. Fue una especie de flechazo literario.
De pronto las personas a las que nos gusta leer somos como el personaje de La Biblioteca de Babel, el cuento de Borges, que en toda su vida no ha parado de buscar ese gran libro que contiene a todos los demás. Una especie de libro Dios que alberga todo el conocimiento universal. Puede que siempre estemos tras la búsqueda de ese libro único, o quizá lo mejor sea no ponerse tan romántico con el tema. Los lectores no somos especiales, solo nos gusta leer y ya está.
Empiezo a caminar por los pasillos de la librería, aplicando los métodos antes mencionados y me pierdo en esa tarea, hasta que escucho que alguien grita “¡Juan!”. Es mi hermana, que me mira con cara de impaciencia y señala su muñeca para decirme que se nos está haciendo tarde para ir al cine.
El algo o el nada en especial de esta ocasión fue el libro Leer Mata de Luna Miguel.
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