¿A quién no le gusta el amor? ¿Quién puede afirmar que tiene una coraza sentimental tan fuerte que no permite que "ese veneno extraño" lo ataque, como suele hacerlo, sin avisar y de forma despiadada?
"Nadie quiere reinos, pero amor…Ahí todos caen,
más pronto o más tarde. Hasta los ángeles."
David Safier - Jesús me quiere -
Considero que existe el amor casual, que no tiene para nada ese tinte pasional, fugaz y efímero de un encuentro casual con aquel desconocido con el que uno se topa en un bar, viaje o en cualquier otro lugar, y que permite desatar ese instinto animal de procreación que todos llevamos por dentro. El amor casual al que hago referencia es ese que algunos humanos, creo yo, en verdad alcanzan, y el cual se da por infinidad de circustancias, variables, lugares, personas, etc; las cuales llevan a alguien a conocer a su, perdone el cliché, media naranja.
Entonces uno de repente se estrella con esa persona que se ajusta perfectamente a cada uno de los recovecos físicos y mentales, aquella que encaja y se acopla con esa maraña de miedos y contradicciones que suele ser uno, como lo haría una pieza de lego con otra.
La casualidad entonces resulta ser más grande que el amor o la muerte, dos temas que le rayan constantemente la cabeza a la humanidad, pues es capaz de gobernar a ambos. Esta nos puede encaminar hacía ese amor casual, o también hacer que crucemos una calle justo cuando un conductor borracho va por la misma, o también, por ejemplo, nos podría situar como protagonistas de un atentado terrorista, en cualquier lugar del planeta.
No sabía que iba a escribir hoy; me imagino que por alguna casualidad mi cerebro se enfoco hacia este tema, como bien podría haberlo hecho sobre cualquier otro.
Sé que no tiene ningún sentido ponerse a pensar en la casualidad y sus complicadas formas de moldear el mundo y la vida de las personas, pues evidentemente es algo que no tiene respuesta.
Creo que la mejor forma de hacerle frente a la casualidad, es evitar vivir a punta de casualidades, es decir, no dejar que la vida y sus constantes trancazos nos lleven, dando tumbos, a donde se les de la gana. En últimas, encarrilar nuestras casualidades, en la medida de lo posible y hasta donde estas lo permitan, hacia lo que cada uno le apuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario