"Hola si, hablas con Lola, dame un segundo que estoy en un librería" le anuncia a su interlocutor mientras devuelve un libro a un estante. Resulta difícil definir que es lo sensual, si el tono delicado de su voz, su acento, repleto de eses pronunciadas que se pasean con gracia por su boca, o una combinación de ambas cosas que se traduce en una manera de hablar que a veces parece un canto.
Inclina la cabeza para aprisionar el telefono contra su hombro. Luego de terminar la llamada suspira y comienza a pasear con gracia por el lugar. Hojea y coge libros, uno de aquí, otro de allá y los carga por un rato hasta que se cansa. Se sienta en el piso, abre uno de ellos en cualquier parte y empieza a leer,
Lee de afán. Pasa las páginas velozmente y con angustia. Se atraganta de palabras como si fuera el último día de su vida o llevara una abstinencia de lectura de varios años. De repente suelta el libro que lee, se pone de pie y otra vez comienza a brujulear por la librería.
Ahora carga la máxima cantidad de libros que puede, unos 8 o 9. En su camino se le cruza una silla y se desploma en ella. Un par de los libros que lleva caen al piso. Los mira con indiferencia, mientras acomoda el resto, con cuidado y estirando su brazos, en el mismo lugar.
Otra vez lee. Parece que entra en ese flujo de lectura llamado presencia, de forma fácil y se transporta a otro mundo con la narrativa.Tiene claro qué es lo que debe hacer.
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