Cuando salió el Vitalogy, yo estaba completamente aficionado a Pearl Jam y escuchaba varias veces al día ese y los dos trabajos anteriores de la banda. Sobra mencionar, creo yo, que son el Ten y el Vs.
Mi afición al grupo en ese entonces era algo enfermiza. Recuerdo como establecía un número de veces que podía escuchar los discos al día para, en mi opinión, no quemarlos. Si mal no recuerdo era tres veces, pero a veces hacía trampa y los escuchaba una cuarta, e incluso quinta vez, al momento de dormirme, pero los terminaba escuchando completos otra vez, pues cantaba las canciones mentalmente, no lograba conciliar el sueño y me trasnochaba.
Siempre ponía el reproductor en la opción aleatoria y recuerdo que, entre canción y canción, jugaba a adivinar cuál era la que iba a escoger el misterioso dios de la aleatoreidad. Siempre esperaba que las que más me gustaban sonaran al final, justo antes de, supuestamente, quedarme dormido.
Una vez mi hermana me trajo de Estados Unidos un cuaderno. No era nada del otro mundo y creo que a ella se lo regalaron en una de las visitas de trabajo que tuvo que hacer.
Apenas lo vi, supe para que estaba destinado: lo iba a convertir en el cancionero de Pearl Jam. La consigna era sencilla: transcribir todas las canciones sin ningún orden en particular, una por página, acompañando cada una con un dibujo de acuerdo a lo que me transmitía la canción o el que la acompañaba en el librito del CD.
Si no estoy mal, el impulso me llegó hasta el Yield. En su momento, en pleno apogeo como posesión material y mi gusto desmedido por la banda, fue uno de mis bienes más preciados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario