jueves, 11 de julio de 2019

No vaya y sea el diablo

Un hombre cuenta que su mamá decía que el diablo estaba en su casa porque a veces ella no encontraba ciertos objetos que siempre estaban a la vista. Si eso es verdad, yo creo el diablo se presenta cuando a uno se le cae al piso la tapa de unas gotas para lo ojos, por ejemplo, y apenas el objeto toca el suelo, el diablo, con un movimiento rápido y sigiloso, se preocupa en ubicarlo en la esquina más recóndita debajo de la cama, y entonces hay que ponerse a cuatro patas a buscar la condenada, porque ya la tocó el diablo, tapa. O como cuando una pastilla sale eyectada del blister y el diablo se la traga antes de que caiga al suelo, y no queda más remedio que sacar otra. 

"No vaya y sea el diablo", es una frase típica de los papás que hace mucho no escucho. De pronto es porque el diablo, el infierno y esas cosas con las que siempre nos han querido infundir miedo ya no son tan relevantes, y ahora somos conscientes de que cada uno lleva cierta dosis de maldad encima, de que cada uno carga su infierno, y que este se agranda o reduce de acuerdo con la vida y sus circunstancias, y también según lo cabrones que podamos ser. 

Hoy, al bajarme de un taxi, hice lo mismo de siempre: Apenas pisé el pavimento, me llevé la mano a los bolsillos para verificar que la billetera y el celular estuvieran en su lugar. Y antes de cerrar la puerta, no va y sea el diablo, miré el asiento, para asegurarme de que no había dejado un objeto. 

No sé por qué siempre hago eso; es como un acto reflejo pues, aunque estoy seguro de que nunca olvido algo, siempre repito la acción. Es como si un objeto fantasma se materializara en mi mente en cuestión de microsegundos, pero apenas lo voy a buscar se esfuma. O puede que tenga clavada. en en mi subconsciente, la frase: "Cuide sus objetos personales, no nos responsabilizamos ante alguna pérdida".

Imagino que parte de ese infierno que llevamos encima, se traduce en múltiples manías, como esa de revisar que no dejamos nada en los taxis, a pesar de estar seguros que es así. Cuando esas manìas se desbordan por completo es cuando, supongo, enloquecemos. 

También puede ser que esa reacción sea una especie de actitud mantra digamos, también inconsciente, es decir, ese tipo de acciones que realizamos pues caso contrario creemos que algo malo nos va a pasar, como mi ritual del limpión de cocina, por ejemplo. 

Si eso es cierto, es decir, si lo que nos ocurre en nuestras vidas depende de incorporar ciertos rituales en nuestro diario vivir, lo mejor es seguir actuando de esa manera no vaya y sea el diablo.

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