Acá estoy, debatiéndome entre escribir algo o no escribir, e irme a ver un capítulo de Orange is the new black.
La razón es que en todo el día no me he parado del escritorio. ¿Y por qué carajos no aprovecho para escribir un post? se preguntará el querido lector y no me queda más que darle la razón.
El caso es que me dediqué a escribir otros textos, unos de trabajo y otros no tanto. Terminé de escribir, por ejemplo, una historia que trata sobre la vejez y la muerte, y que tiene que ver mucho con el post que escribí ayer. Para escribirla me basé en los diarios de Sándor Márai que, como ya he dicho antes, me encantan por su visceralidad. ¿Existe esa palabra? no sé. No quiero quedarme con la duda, así que la escribo en la barra de búsqueda de la página de la RAE y me dice que significa: que se deja llevar por reacciones viscerales.
Así, imagino, tuvo que haber escrito sus diarios el escritor húngaro. En fin, que me repito, pero la verdad es que este ejercicio solo consiste en soltar letras sobre la pantalla a ver si de pronto agarran algo de significado. Ese, sabrán ustedes, es mi objetivo con este blog, escribir lo que sea, sin importar lo malo, bueno, regular o pésimo que resulte; no me importa, no hay tiempo para pensar en eso. Soltar las letras como vengan, casi crudas y sin la cocción de la edición, porque la muerte puede estar cerca. No se sabe, nunca sabemos nada en concreto, así que lo mejor es hacer lo que se pueda hacer hoy sin pensar en el mañana, porque como dice Manuel Vilas: El mañana es de lo muertos.
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