lunes, 17 de abril de 2017

Despertar

Andrés Rozo se despierta,  ¿qué hora es? no lo sabe. La escasez de luz le indica que es de noche, pero también podría ser de madrugada o el filo de la tarde que da paso a la noche.  No se decide por ninguno, se queda tendido, con los ojos abiertos, al rato los cierra, esperando una respuesta que nunca llega.

Se siente extraño como si fuera una persona diferente a la que se acostó; tal vez la sensación es producto de tener que despertar, ese tránsito del sueño a la vigilia que nunca deja de ser duro, extraño o ambas cosas al mismo tiempo.  Se pregunta  ¿quién es? y no se puede dar una respuesta, esta aturdido, pero eso no es lo que le evita responder la pregunta, "¿acaso alguien está 100% seguro de eso quién es?" se pregunta ahora.

Acude a su celular, pero la luz lo encandelilla y le molesta, así que lo apaga inmediatamente. Por más que desee y como en muchas otras ocasiones, el aparatico, aunque parezca, no le  va a colaborar con la definición de su identidad.

Después de su interacción con la tecnología, por lo menos sabe que hora es, 9:20 de la noche.  El sueño lo atrapo de un momento a otro sin habérselo propuesto.  Ahora también sabe que el hambre que siente es de comida y no de desayuno, una nocturna y la otra del día que, a pesar de ser casi idénticas, se diferencian por poco.

Siempre le ha causado desconcierto el tener que despertar. 

sábado, 15 de abril de 2017

Escasez de palabras

Una mujer y un hombre están en un café en el que suena música suave y  muy agradable. Teclean sus celulares freneticamente y no levantan la mirada. De repente el hombre comienza a hablar sin dejar de mirar la pantalla del teléfono: "La verdad no encuentro esa dirección,  ¿cual será?, No me deja escribirla, la verdad no entiendo esto" dice, haciendo referencia a una aplicación para pedir taxi.  

"Déjame ver", le responde la mujer, que lleva puesta una chaqueta roja y el pelo sujeto en una cola de caballo".  "Voy a llamar a Maria Fernanda, a preguntarle bien cuál es a dirección" dice el hombre.  Parece que están enfrascados en una pequeña batalla con la tecnología como excusa para no tocar otros temas para los que tal vez no tienen palabras.

!!Ya, por fin la encontre!" exclama el hombre, "aghh, pero había pedido pagar con tarjeta de crédito y el método de pago me quedó en efectivo".  
" ¿Para dónde vas?,  ¿No quieres ir un rato a mi apartamento" le pregunta, de forma algo coqueta, la mujer. El hombre por fin la mira a los ojos, le responde  con una frase a manera de escudo, que acaba con su flirteo: "No, mejor paso por mi casa para dejar la plata"  
"Claro, mucho mejor, y de ahí sales para el aeropuerto, porque si no  ¿qué va a decir tu esposa?

El hombre no le responde nada.  Al rato su celular pita, confirmando que un taxi ya va en camino para recogerlos. Guardan silencio hasta que abandonan el lugar.  

viernes, 14 de abril de 2017

Los cambios del Jeep

Hace muchos años mi papá tenía un Jeep Nissan de color azul  aguamarina.  Casi siempre estaba sucio pues, como ingeniero civil, debía llevarlo a las obras de las carreteras que construía y terminaba lleno de barro y polvo.

A mi siempre me gustó mucho ese carro por su amplitud y porque toda mi familia se podía acomodar en el sin problema.  A veces, cuando salíamos yo me sentaba adelante con mi padres y mis hermanos se hacían en la parte de atrás.

Me gustaba mirar como mi papá manejaba el jeep casi de forma mecánica, como si el timón, palanca y tablero de mandos fueran una extensión de su cuerpo.

Un día creo que el se dio cuenta de mi ensimismamiento y me preguntó que si quería hacer los cambios. "¿Yo?" le pregunte, y asintió sonriendo.  De ahí en adelante me convertí en el operador de la palanca de cambios del Jeep.

La palanca de cambios era muy grande, o tal vez no, pero para mi estatura y mi visión de las cosas en ese entonces lo era; era negra y terminaba en un mango negro en forma, más o menos, de bola.

Para mi era un honor hacer los cambios del jeep y me sentía muy importante. Al principio mi padre debía decirme en qué momento debía meterlos, pero con el tiempo me fui familiarizando con el sonido del motor y sabía el momento preciso de bajarlos o subirlos.

miércoles, 12 de abril de 2017

Pedalear

Un hombre monta bicicleta por la carrera 11.  Lleva  un abrigo azul abotonado hasta el cuello pues hace mucho frío; ese frío de las 5:52 p.m posterior a un aguacero.   ¿Qué importancia tiene dar la hora exacta? quizá no lo percibamos, pero el clima de ese minuto es diferente al de las 5:51 o 5:53, cada momento, cada segundo, minuto, época de nuestras vidas trae un clima diferente.

Tiene las manos metidas e los bolsillos del abrigo y su pedaleo lo hace avanzar a una buena velocidad.  Parece que le cuesta poco mantener el equilibrio de esa manera, a diferencia del resto de personas que también montan bicicleta a esa hora y se aferran  al manubrio con fuerza y determinación.

Está metido en su rollo, en su cuento y parece que poco o nada le importa lo que pase a su alrededor.  En ese momento su vida únicamente depende del pedaleo que, minuto a minuto, lo acerca a su destino.

En la intersección que lo veo, un semáforo se pone en verde justo cuando la cruza, como si supiera de antemano que no había necesidad de frenar o dejar su actitud relajada.  Lo sigo con la mirada hasta que la distancia se lo traga.  Nunca deja de pedalear a un buen ritmo, tal vez, en el lugar al que se dirige, lo espera una taza de chocolate caliente.

martes, 11 de abril de 2017

Tiempo

Unos le tienen pánico a las alturas, otros a los gatos, a que los entierren vivos, a los payasos, a los espacios abiertos, cerrados; una lista de nunca acabar, pues estamos en todo nuestro derechi de tenerle miedo a lo que sea.

Marcela Puentes también vive con miedos.  De pequeña le tenía pavor a los perros.  Apenas veía uno comenzaba a sudar y a buscar la mano de un adulto a la cual aferrarse.  Luego de muchos años las cosas no han cambiado; aún conserva parte de ese miedo pero ya ha aprendido a manejarlo. Tal vez ahí se encuentra el quid del asunto, es decir, en no huirle a los miedos, sino aprender a pilotearlos.

En medio de todo Marcela vive una vida "normal": tiene una familia que la quiere, trabaja, es exitosa, sale de fiesta con sus amigos, etc. pero desde hace un tiempo otro miedo ha comenzado a materializarse en su cabeza, uno extraño: Miedo al tiempo.

Podría pensarse que Marcela le tiene miedo a envejecer pero no, eso la trae sin cuidado.  Ha aceptado con dignidad las arrugas que le han aparecido en la cara y le son ajenos los miles de tratamientos de belleza que prometen camuflar la edad y dar un aspecto mucho más joven.

El miedo de Marcela respecto al intangible más importante que nos hemos inventado, tiene que ver con la inevitabilidad del paso del tiempo; que los relojes nunca paren o se devuelvan.  Le aterra saber que ese segundo que pasó, ya se ha perdido por completo y,  ¿cómo saber si lo aprovecho o no?  ¿quién le puede dar esa respuesta?  En un principio creía que ella misma la podía solucionar, pero  ¿cómo saber que si estamos aprovechando el tiempo con lo que sea que hagamos ? en últimas  ¿qué es aprovechar el tiempo?, ¿no ocurre más bien al revés y  es el tiempo quien se aprovecha de nosotros?

Estas y otras preguntas le se pasean constantemente por su cabeza, pero los hijos, el trabajo, la pareja, los amigos, hacen que las olvide y le brindan un alivio temporal, que cesa apenas suena o mira un reloj, y cae de nuevo dentro de su torbellino de inquietudes.  

lunes, 10 de abril de 2017

La de pirnos

A Gabriel le encanta conversar, encontrarse con un par de amigos y comenzar a hablar sobre cualquier tema, procurando evitar su seriedad de “Adultos profesionales” y esas ínfulas de expertos, que a veces nos invaden.  Charlar, sobre lo que sea, temas con o sin sentido. Dejar que las palabras fluyan como un rio que se desborda por la boca. 

Sabe que para hacerlo, la actividad por sí sola puede ocurrir, pero tiene claro que en algunas ocasiones puede resultar más agradable, cuando variables externas (café, licor, café con licor) hacen presencia.

La bebida que más le gusta es la cerveza, que se encuentra en todo lado, y es una de las más asequibles en cuanto a precio . En él la cerveza actúa como una chispa que le prende el cerebro y que produce una colisión de neuronas que se traduce en palabras, acompañada de exclamaciones y risas.

Es sábado en la noche y Gabriel está con un grupo de amigos charlando en un café.  Al momento de la partida, en medio de apretones de mano y besos en la mejilla, Juliana pregunta: “¿Y si nos tomamos una cerveza? Todos se miran con caras de “¿y por qué no?” y vuelven a tomar asiento. “Solo una y ya” responde con una sonrisa Gabriel mientras mira su reloj.  “Si solo una, la de pirnos” dice Juliana a quién le brillan los ojos.

Piden esa única cerveza de la noche, que rara vez es una.  Esa primera o única, como quiera llamarla estimado lector, cumple con calentar los motores, bien sea de la conversación, la noche, el flirteo o lo que sea.  Apenas se acaba. La cantidad de temas que quedan expuestos sobre la mesa necesitan ser cerrados de alguna forma, si suponemos que se puede concluir algún tema en esta vida.

Gabriel, con un sorbo decisivo y prolongado, es el primero en acabar la cerveza, y espera, golpeando con las uñas la botella y llevando quién sabe el ritmo de qué canción, a que el resto lo haga.  Es ahí cuando suelta la pregunta: “ ¿Qué, otra?”,  y dígame usted,  ¿quién es el malvado que responde “no” ante semejante pregunta tan inofensiva y tentadora? “Bueno” responde Juliana, quitando el pelo de su frente. “Pero esta si es la de pirnos” dice otro amigo”. Gabriel asiente con la cabeza y esboza una sonrisa que poco a poco agarra fuerza hasta que muestra todos sus dientes, una sonrisa que encierra un mudo y tajante “¡Si!”, levanta la mano para llamar a la mesera y pedir la otra tanda. 

La segunda, igual que la primera, suspendió el tiempo y acompaño la conversación.  Cuando se acabó, el grupo de amigos sabía que tenían que pedir la tercera.  Hay momentos que no se pueden cortar de forma abrupta.

Esa les dio para otra media hora de conversación. En sus caras se les notaba el cansancio, pero también la emoción de la charla y el reencuentro.  Cuando se la terminaron, alguien se atrevió a soltar la misma pregunta de hace un rato “¿Otra?” y esta vez la respuesta de todos al unísono fue: “Nooo pa’ la casa”

Quizás esa tercera cerveza separa el territorio de “un buen rato” con ese otro de “penumbras de la inconsciencia” al que a veces queremos a viajar cuando tomamos licor.

Apenas se pusieron de pie, Gabriel y Juliana, en un acto reflejo, entrelazaron las manos. A Su conversación aún le quedaba tema.  

viernes, 7 de abril de 2017

Las 5 patas del gato

Gabriela camina por la calle distraída y, sin querer, escucha  una frase de una conversación entre dos hombres: "No le busques 5 patas al gato."

 ¿Qué pasaría si alguien se entera de lo que ella sabe, que los gatos en vez de 7 vidas tienen 7 patas?, ¿ si alguien, por alguna razón descubre que sus días amanecen de noche y oscurecen de día?,  que  ¿ 2+2 no siempre es cuatro, como nos han tatuado en la cabeza? seguro la tildarían de loca y la encerrarían en un manicomio por cuestionar abiertamente la  normalidad de la realidad.

Por eso prefiere guardarse sus verdades e ir a la fija.  Jugar a lo seguro en sus relaciones con familiares, amigos y parejas (esposo y amante) y actuar bajo el "orden" del mundo.  Sabe que ocultar su caos mental, le brinda tranquilidad a las personas que conoce.

Hoy su cielo tiene 2 lunas la de siempre y otra con el doble de  tamaño de esta y de color rojo.  Una vez leyó una noticia en la que aseguraban que un planeta de nombre Hercólubus  sería el causante del apocalipsis en la tierra, "como si necesitáramos ayuda externa para ese episodio" piensa.  Ese gran astro provocaría terremotos y maremotos y llevaría a la humanidad al borde de la locura.

Se pregunta si esa luna de color rojo es el Hercólubus sobre el que leyó en esa ocasión o su Hercólubus, que se presenta para acabar con su desordenado mundo.

Mira ambas lunas por la ventana de su casa por mucho tiempo, hasta que se aburre y da media vuelta para dormirse.  Mañana será un nuevo día para continuar fingiendo.