miércoles, 28 de noviembre de 2018

Bienestar

Hace un par de años tuve una cita con un oftalmólogo. La sala de espera, que no era más que el hall al que daba el ascensor de un frio edificio, estaba compuesta por una hilera de sillas acomodadas contra la pared, que terminaba en una mesa con algunas revistas encima. 

Ese día no llevaba ningún libro conmigo, error garrafal si uno va a una consulta médica, así que aburrido de, en o con la espera, decidí hojearlas. Todas eran revistas médicas, pero una de ellas, aparte de noticias de cirugías de vanguardia y recomendaciones para cuidar la salud tenía un par de artículos. 

Uno de ellos se titulaba Bienestar y su autor era el escritor Pedro Mairal. Un pequeño párrafo, previo al artículo, decía algo como: “Le encargamos al escritor argentino un artículo sobre Bienestar…”. 

Comencé a leerlo y el texto captó toda mi intención solo con sus primeras líneas. Trataba sobre unas vacaciones que había tomado con su familia en una casa de campo y partía el concepto de Bienestar en dos: Bien-Estar y lo relacionaba con la escritura. Escribir es estar bien o bien estar, estar presentes, algo así planteaba el autor. Además tenía unas imágenes bellísimas como la manera en que la luz del sol se filtra a través de las ramas y hojas de los árboles. 

Antes de mi cita leí el artículo varias veces, deteniéndome a saborear las frases que más me habían gustado. Ese día pensé en llevarme la revista o por los menos arrancarle las páginas, pero al final no lo hice, ¿Por qué no lo hice? 

El texto me quedo dando vueltas en la cabeza, lo busqué e internet y di con la versión digital; lo volví a leer e incluso se lo envié a un grupo de amigos para que leyeran mi gran descubrimiento. Estaba aturdido por esa descarga de buena escritura. 

En estos días, no sé por qué, me entró una gran urgencia de leerlo de nuevo, pero ahora no lo encuentro por ningún lado. Todas Mis búsquedas en internet con todo tipo de combinaciones: Bienestar Pedro Mairal, Pedro Mairal Bienestar, artículo sobre bienestar Pedro Mairal, han sido fallidas, y tampoco he podido dar con el mail que contiene el link del artículo. 

De pronto ya desaparecio de internet, creo que eso a veces ocurre, ¿no? al parecer los enlaces caducan y pasado cierto tiempo mueren, por decirlo de alguna manera. 

Le envié un tweet a Mairal preguntándole por su artículo y dónde lo puedo conseguir, ojalá me responda.

martes, 27 de noviembre de 2018

Sensación apocalíptica

El mundo va a arder y nosotros con él. 

Acabo de ver una publicación de Twitter que mostraba videos de manifestaciones contra la cumbre G20 en Argentina. En el hilo, me refiero a la conversación, o bien, gritería virtual, participaban muchas personas disparando opiniones en todas direcciones, unos a favor de las protestas exigiendo sangre y muerte sin importar a que bando pertenezcan las personas, es decir, las que protestan, las que no, las que están mal parqueadas, etc. Otros estaban a favor de manifestaciones pacíficas, pues alegan que ser violentos no tiene sentido. Con respecto a esto último, los primeros afirman que nada de pacifismo, que en las manifestaciones tienen que haber piedras, motines, gases, heridos, etc. de lo contrario ¿qué sentido tienen? Aparte de esto, la conversación también estaba salpicada por videos e imágenes de otras protestas actuales en Francia y Suiza. 

Llegar a un acuerdo en estos temas que generan tantas pasiones es difícil, pero a lo que voy, lo que quiero decirles, es que hay veces, con noticias como esa, en las que siento que el mundo está a punto de arder, que se encuentra inmerso en una tensa y falsa calma, como la cuerda de una guitarra recién afinada que está a punto de vibrar. 

Un economista, si no estoy mal (y ya había escrito sobre esto, pero me repito, porque uno se repite con los temas y muchas veces se es como un viejo que siempre cuenta las mismas historias) hablaba sobre esto, y decía que el mundo en la actualidad es como una bomba de tiempo, y pues que no tiene sentido alguno renegar del estado de los eventos actuales; que lo que en verdad nos debería preocupar, lo realmente crítico e importante, es preocuparnos por identificar nuestro momento Franz Ferdinandezco, haciendo referencia al evento que desató la primera guerra mundial, es decir, mirar que es lo que va a quebrar esa falsa calma del mundo y lo va a hacer arder.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Las señales del tiempo

La palabra tiempo es muy compleja  debido a todo lo que connota. Es grave en todo sentido, y quizás hagan falta miles de páginas para intentar describirla y poder tener un atisbo de lo que realmente significa. 

Pasa así con muchas otras palabras; para no ir tan lejos ahí están, todos los días en frente de nuestras narices, las que determinan nuestra existencia, junto con tiempo, las palabras muerte y amor, pero, en fin, hoy no les vengo a hablar sobre eso. Disculpen que me haya descarrilado un poco, pero ya ven, los escritos son así: cree uno tener el dominio sobre ellos, pero resulta que es al contrario. 

En la noche del sábado pasado se fue la luz y los números del reloj despertador quedaron titilando. El domingo, cuando caía la tarde y en una de mis sesiones de dormir Netflix, cerré los ojos un rato y creo que me quedé dormido por un tiempo no muy largo. 

Cuando los abrí, mi mente estaba a toda máquina y repasaba todo tipo de temas, algunos, en apariencia, trascendentales y otros triviales. En medio de ese ejercicio contemplativo abrí y cerré los ojos varias veces, hasta que caí en cuenta de que siempre que los abría, me quedaba mirando fijamente los números del radio despertador, como hipnotizado por su imitación de direccionales de carro. 

No sé cuál tornillo tengo desajustado en la cabeza, pero si existen algunas personas que no aguantan que los objetos estén dispuestos simétricamente mal, como una mesa con su individuales y cubiertos no todos a la misma distancia los unos de otros; a mí me molesta ver esas luces parpadear. 

Con algo de pereza estiré la mano para espichar cualquier botón y hacer que el frenético parpadeo de números se detuviera, y la hora que quedó marcando el reloj fueron las 8:13. “Que pereza, ahora tengo que mirar otro reloj, para ver qué horas son y ajustar la hora”, pensé en medio de la modorra. 

Unos minutos después mire la pantalla de mi celular y la hora que estaba marcando, la real digamos, era 8:10. Me sorprendió, solo un poco a decir verdad, la extraña coincidencia, porque no soy un tipo dado a las “señales” que supuestamente nos envía el universo, pero si me alegré de no tener que ajustar la hora. 

Lo que si está claro es que no sé que ocurrió con los 3 minutos de diferencia, si los perdí, los gané, en fin,  si me van a hacer falta o  a sobrar en la vida, pues va uno a ver y 3 minutos, aunque no parezca, es mucho tiempo, valga la redundancia.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Sabiduría urbana

Me gusta cuando voy por la calle o estoy en algún lugar y sin proponérmelo escucho frases sueltas de conversaciones; son pura sabiduría urbana. 


“¡Yo no lo debo plata a nadie!” Dijo un hombre que iba caminando y hablando por celular; otro en una esquina, desde el puesto de un vendedor ambulante que vende minutos, le decía también por celular, al parecer, a su pareja: “Lo que pasa es que tu grupo de amigos es diferente a mí grupo de amigos”, y en una droguería una mujer le decía a otra: “Son sueños que parecen reales. Te quedas dormida unos segundos, te despiertas y crees que lo que soñaste pasó en realidad”. 

Todas son frases que en apariencia no tienen nada que ver una con la otra, ni tampoco con nuestras vidas, aunque, como ya lo he dicho, creo que todos los eventos que ocurren en el mundo se relacionan con cualquier otro de extrañas maneras. 

Está por fuera de nuestra comprensión, que más bien es poca, saber que la taza de café que levante hace unos segundos parar llevármela a la boca, cómo ese simple acto, va a repercutir en los ciudadanos de Guangzhou, China; eso que unos llaman el efecto mariposa. Digamos que mi acción podría desencadenar un tifón que va a azotar esa región del mundo. 

¿Y es que acaso quién puede negar que la fuerza que contiene un simple gesto, no es similar a la de un cataclismo?, he ahí una palabra para saborear: cataclismo (por favor, estimado lector, repítala mentalmente varias veces hasta empalagarse verbalmente) 

Algo así, me imagino ocurre con las frases urbanas, esos pequeños fragmentos de historias o balazos narrativos que nos impactan en la calle; de cierta manera, nos incumben y si miramos bien, hablan acerca de nosotros.

martes, 20 de noviembre de 2018

Ich wiederhole

Ayer, en Cali, un avión de Lufthansa y otro de Avianca, casi se estrellan en pleno vuelo. 

El piloto alemán le anunció a la torre de control que su vuelo no podía mantenerse sobre “Manga”, y justo después el piloto colombiano irrumpió en la conversación, para repetirle lo mismo a la controladora aérea, y al final le preguntó que si estaba entendiendo al piloto Alemán. 

“Afirmativo, correcto. Muchas gracias”, respondió la mujer como para salir del paso. Imaginémosla mirando las pantallas fijamente, con una gota de sudor en la frente que lentamente se escurre por su cara. 

Después el piloto de Avianca le dice que bueno, que ok, pero que el vuelo 024, el suyo, tuvo un avión a la misma altura, que, supongo, es como el mismo carril aéreo, y que ahora están en el outbond, y por último le pregunta que si vuelan a la derecha directo hacia el VOR. 

La mujer le da la razón, que siga derechito hacia el VOR y que las instrucciones para el piloto alemán fueron proceder a esperar en Manga. 

“Señorita, pero entienda; él no le está entendiendo lo que usted le está diciendo y estuvimos muy cerca—contesta de inmediato el piloto colombiano, y luego concluyó —por favor sea más clara con lo que está diciendo porque estamos muy mal con eso”, y cuando termina la frase hay interferencia en la comunicación; no se entiende lo que dice y resulta imposible saber si eso último es un insulto o qué más le dice. Al final como un papá que regaña a su hijo(a), le dice que si no entiende ponga a otra persona a que le ayude. 

“Comandante, correcto. Sí se le copió a la aeronave, pero desafortunadamente varias aeronaves hablaron al tiempo, y no se le pudo copiar la información al piloto”, responde la mujer; podríamos decir que fue una comunicación-Nocomunicación. 

Resulta difícil imaginarse toda la situación junto con la angustia que habrá sentido la culpable de ese accidente-Noaccidente (últimamente fantaseo mucho con el no de las cosas, es decir, ese otro lado que, digamos, las complementa, pero que nunca ocurre), la controladora aérea del aeropuerto de Cali. 

Ich Wiederhole es una frase en alemán que más o menos suena Ig vidajole, y que significa: “repito”. 

No me imagino lo estresante que debe el trabajo de esa mujer que claramente no sabe alemán y, supongo, pedalea el inglés. Es fácil irnos lanza en ristre en contra de ella con toda clase de acusaciones, pero a veces uno simplemente no entiende lo que le dicen, y resulta necesario preguntar que repitan lo que nos acaban de decir: Kannst du wiederhole, bitte? (¿puedes repetir por favor?), por si acaso la controladora aérea lee estas palabras. 

Además, no sé cómo hacen esas personas para entender lo que los pilotos dicen con toda la estática de la comunicación. 

Las estaciones de tren alemanas cuentan con una mujer que recita por los parlantes la información de los trenes: horas de llegada y salida, destinos y, supongo, algo más. De toda la retahíla, lo único que se le entiende de forma clara es cuándo la mujer hace una pausa, una vez termina su parlamento, toma aire y dice: “Ich wiederhole”, y comienza de nuevo a repetir toda la información a toda velocidad, como si el orden del mundo dependiera de eso.

lunes, 19 de noviembre de 2018

Milo y capuchino

Él llega al lugar solo. Se sienta en una mesa y una mujer se acerca a preguntarle qué quiere. “Estoy esperando a una amiga”, responde el hombre, frase con la que espanta a la mesera. 

El hombre revisa de vez en cuando su celular y le da una mirada rápida a la carta. Al rato llega su amiga, su subalterna, su amante, su alumna, no sabemos quién es y lo saluda: “Hola Dr. ¿cómo está?”. 

Luego del saludo y como si se hubieran puesto de acuerdo desde antes, comienzan a hablar sobre política; es una conversación vertiginosa, repleta de apellidos, en apariencia importantes, digamos, prominentes: Navarro, Mejía, López, Pardo”, hasta que la mujer lo increpa: “pero cuéntame, no me has dicho nada”. 

El Dr. que tampoco sabemos si lo es de profesión, porque lleva a cuestas un PhD, porque es el título que le dieron sus subalternos o porque ella lo trata así por respeto o un extraño cariño; parece tener muchas noticias, chismes calientes imposibles de contener, en la punta de la lengua, que va soltando de manera dosificada, en gotero, como si quisiera tenerla en vilo el mayor tiempo posible; un tire y afloje hasta aburridor. 

Podrían estar hablando de muchísimas cosas: de la vida, el amor, la novela o película del momento, el último libro que leyeron o el que están leyendo; de lo mucho que les apasiona o les aburre la lectura, de que se tienen ganas, de sus respectivas parejas, pero no; escogieron la política como tema de conversación, y no podemos hacer nada al respecto, pues hay personas a las que les apasiona ese tema, como a otros, por ejemplo, les apasiona el fútbol, la cocina, la literatura rusa del siglo XIX o la religión, en fin. 

La mujer en son de ultimátum amistoso le dice: “Dr. si mañana le dan algo, me lo tiene que contar antes del miércoles”, a lo que el hombre responde: “Mi general Martínez arrancó para allá, los detalles no los conocía, me los dieron ayer.” 

La mujer sonríe de forma nerviosa, al tiempo que la mesera llega con el pedido: un Milo caliente para él y un capuchino para ella.

sábado, 17 de noviembre de 2018

Cabrón

De link en link termino, como sin querer, en el perfil de una mujer con amplios conocimientos en marketing digital quien, al parecer, está en búsqueda de trabajo. 

Ella, llamémosla Carlota, comentó una publicación que hizo un hombre que, modestamente, tiene como tercer apellido MBA. En esta, el Sr. MBA menciona que tiene una persona con énfasis en comercio electrónico y una alta orientación a resultados que, creo, es como decir que uno tiene un tío que hace cucharas. 

El hombre finaliza su publicación preguntando si alguno tiene una posición disponible para ese perfil, orientado a resultados, que, seguramente, también tiene buenas relaciones interpersonales; lo que sea que ambas cosas signifiquen. 

Carlota lleva ya un buen tiempo sin trabajo y todos los días entra a Internet a ver si encuentra algo, una luz que le quite esa angustia de andar corta de dinero y sentirse improductiva, de creer haber echado su vida a perder; se encuentra con esa publicación, la lee de afán y la comenta con una frase sencilla: “Me interesa!!”, así con doble signo de admiración, sin importarle si los usa mal o no, pues en verdad le interesa. 

El hombre que tiene a esa persona—¿En dónde? ¿Metida en un bolsillo? — le dice que solo está apoyando la búsqueda y que no tiene vacantes para ofrecer, y que de todas maneras lo siente mucho :(, así, con carita triste y todo. 

Todo va bien hasta el momento, un intercambio de mensajes, al parecer sensato, entre dos personas que hacen parte de una red social; hasta que un tercero, un hombre que tiene el nombre de su cargo en inglés: “Yonoséqué Marketer” se mete en la conversación, con la siguiente joya: “Da la impresión que las personas comentan sin tener una buena comprensión de lectura”. ¿De dónde salió ese cabrón? Fijo es de los que se la pasan explicando la diferencias entre ahí, hay y ay. Lo más insólito es que luego de ese comentario, otras personas que comentan la publicación  le dan la razón. 

Dan ganas de participar en la conversación para peguntarles cuál es su jodido problema. No lo hago, pues me da una pereza infinita enfrascarme en peleas con desconocidos en internet.