No tenía ganas de ponerme a escribir. Estaba aplazando la antrada de hoy, pero finalmente decidí sentarme y comenzar a teclear algo. El nombre que iba a tener este post era "Frío y calculador", pero creo que lo dejaré para mañana, si no se me cruza alguna otra idea que me llame más la atención.
Escribir, para aquellos (me incluyo en el grupo) que les gusta mucho hacerlo, se convierte en casi una "obligación". Hoy no anoté nada en mi libreta; bueno de hecho la acabé hace un par de días y agarré otra que me encontre por ahí en mi cuarto, pero que no me produce confianza. Yo sé, razón loca pero así es; no me siento bien cuando escribo o garabateo algo en sus hojas.
Como le venía contando, estimado lector, toca sentarse y comenzar a escribir, hurgar el cerebro y agarrar cualquier idea que se deje atrapar, porque algunas veces se escapan o nos esquivan. Otras veces muchas levantan la mano para ser elegidas pero nos aterramos e incluso sonrojamos al jugar con la idea de tratarlas en un texto. Cualquier cabeza, sin ni siquiera pensar en la imaginación, tiene cierto nivel de locura y porquería de cualquier clase.
En estos días se me ha cruzado en mí lectura el término "Lugares comunes". Creo que escribir es una buena terapía para no caer en esas conductas clichés que lentamente nos van consumiendo, en otras palabras, no permite que nos volvamos un lugar común, dominado por el tedio y lo de siempre.
Muchas veces toca hacer cosas a las malas, aunque a veces también ocurra con la escritura, esta nunca dejará de ser gratificante.
"Todavía siento que cuando escribo me repito, me repito y me repito,
como una mamá histérica porque su hijo no se ha comido la comida.
Vuelvo al mismo punto una y otra vez porque siento que nunca me oyen."
Ricardo Silva Romero
- Relato de Navidad en La Gran Vía -
No hay comentarios:
Publicar un comentario