Eso es lo que muchos taxistas deben pensar sobre mí, porque siempre trato de evitar conversar con ellos. No porque los temas que propongan sean aburridores o por que no les pueda sostener una conversación, sino porque siempre que viajo en taxi, me gusta ponerme a echar globos y rumiar temas que tengo pendientes en mí cabeza.
El otro día me subí a uno y apenas me senté, el conductor comenzó a hablarme, no me acuerdo cuál era el tema, pero combatí su conversación con la táctica del monosílabo. El taxista la adopto como si nada, y mis respuestas cortas parecían inyectarle más ánimo a su discurso.
En un semáforo al taxista se le acabaron las palabras, y en ese momento implementé la fase dos de mi plan: Audífonos a las orejas y mirada perdida en el horizonte; evitar el contacto visual es primordial en estas ocasiones.
Luego de eso, en el trayecto, el taxista me preguntó algo, me quite un audífono para preguntarle " ¿Cómo perdón? me repitió la pregunta, se la conteste y retorné a mi estado de mutismo. Creo que mi comportamiento en los taxis se debe a que considero la experiencia como un momento íntimo.
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