martes, 21 de junio de 2016

Timar

Es de noche y en el camino a una tienda paso al lado de dos hombres que conversan.  Uno lleva puesto un saco gris con capucha, le da una calada a un cigarrillo, bota el humo lentamente, espera unos segundos y le dice a su amigo, o compañero (aquella persona que trabaja con uno y que nunca adquiere el estatus de amigo): "Pero marica, es que estamos timando a las personas."

La voz del hombre, aunque suena tranquila, lleva algo de angustia, como si en verdad el hecho de engañar a alguien: Cliente, proveedor, personas del trabajo, etc. realmente le genera un dilema en su cabeza.  Nunca supe que le contestó su amigo; tal vez un simple y desafiante " ¿y qué? vale huevo, así funciona el mundo" o un correcto "Mañana destapamos esta olla podrida y que caiga el que tenga que caer" o un amenazador "Si llega a decir algo, lo mando a callar huevón".

 ¿Cuantas veces hemos o nos han timado? llevar un conteo resulta imposible, pues no hay modo de saberlo, pues de eso se tratan los engaños que al final parezca que no paso nada, que no se alteró el curso de los eventos, en últimas, podría decirse que estamos indefensos ante el arte de timar.

En medio de todo, el panorama no es tan malo; algo que podemos hacer es dejar de timarnos nosotros mismos, cuando nos damos pajazos mentales que brindan un falso placer y tranquilidad; actividad para la que somos supremamente buenos. 

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