Llueve. No es un aguacero pero la lluvia cae con una cadencia decidida. Hace mucho frío y ráfagas de viento me impactan aleatoriamente. Lucho para que la sombrilla no se me escape de las manos. Se me mojaron las medias, así que llevo mi propia nube negra encima.
Una mujer me corta el paso. Lleva un chaleco azul y aprisiona, con sus brazos, sobre su pecho, una tableta para tomar anotaciones.
"Buenas tardes me puede regalar un minuto"... Me dice con una sonrisa fingida que no desarma a nadie.
No le pongo atención a sus palabras. Voy de afán y no quiero responder encuestas, ni firmar una hoja para apoyar una causa o lo que sea que me quiere ofrecer. Estoy en modo "déjenme en paz", rumiando un pensamiento detrás de otro. Aparte de lo de las medias, también estoy rabón porque se me dañaron los audífonos y he tenido que caminar sin banda sonora.
Me encontré una página que asegura que en un minuto nacen 520 humanos y mueren 107; se producen 430 Kg de desechos, gastamos 55.757 barriles de petroleo, se casan 116 parejas y se divorcian 90; 144 personas se cambian de casa, entre otros miles de eventos que pueden pasar en 60 segundos. Quién sabe que más cosas pueden ocurrir en ese lapso de tiempo y lo que es aún más intrigante, cómo se miden.
Lo que nunca podremos precisar es cuántos temas pueden pasar por nuestra cabeza en un minuto. Nunca sabremos la cifra exacta pero, de seguro, son muchos; por ejemplo, tan solo en 5 segundos o menos, podemos pensar en personas que nacen, mueren; también en barriles de petroleo, mudanzas, etc.
¿Qué tal que preciso en ese minuto que esta señora quiere que le regale, sea preciso el minuto en que va a llegar a mi cabeza la trama de una novela formidable, que nunca se le ha ocurrido a nadie o una idea sobre un modelo de negocio que va a revolucionar al mundo de hoy en adelante?
Está claro que esta mujer no es consciente de lo importante que puede llegar a ser un minuto en la vida de una persona. Cuando la voy a pasar de largo la miro despectivamente y le respondo: "No, no tengo ni un minuto".
El resto de la tarde intento pensar en ideas para una novela; específicamente una en la que no se trate de ninguna manera la muerte y/o el amor, pero llego a la conclusión que los únicos textos que logran esa característica, son los manuales de aparatos electrónicos, o muebles modulares.
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