Llegó a su casa y prendió el computador. Lo había dejado en modo de suspensión asi que la pantalla se encendió al instante. Pensó en las ganas de inmediatez que tienen los seres humanos para abordar cualquier asunto "Queremos que todo pase ya, en un único instante, que nada tenga estados. El afán nos va a matar algún día", concluyó para sí mismo.
Su esposa dormía así que no prendió la luz del techo, esa que tanto odiaba cuando el era quien se encontraba en la cama, sino la lámpara del escritorio, un regalo de Camila, una vieja amiga, a quien creyó su alma gemela hasta que ella misma le presentó a Catalina, su esposa, quien sabe si para quitárselo de encima.
Catalina ya rondaba los 35 y estaba desesperada por casarse. Salieron un par de meses, e igual de fácil a que 2 más 2 suman 4, se comprometieron, pues "¿qué había que perder?" le preguntaban sus amigos. La presión social termino por doblarlo y le propuso matrimonio.
Escucha una moto que pasa a gran velocidad por la calle. Imagina que el hombre que la maneja va sin casco y cómo el viento le golpea en la cara. Decide que es un gigolo supremamente atractivo y lo envidia, pues está casi seguro que va hacia la casa de una de sus clientas.
Frena en seco todos su pensamientos y escribe otras líneas de su novela:
"Juro por Dios que nunca sospeché de nadie más que Ambrosio Luna Riveiro. Quiero que quede claro que siempre me desarmo con su despilfarro de ingenuidad"
Dice Juliana, su personaje principal basado en Catalina. Él juega con la idea de ser Ambrosio, pues este quiere eliminarla. No tiene claro como implementar esa muerte en su novela. Ve un homicidio como una salida fácil y quiere, no sabría decir por qué, que su novela sea compleja.
"Qué es una novela compleja?" se pregunta ahora
Se supone que la noche, con el silencio como complice, es uno de los mejores momentos para escribir, pero ahora unos perros no paran de ladrar en un garaje cercano y la alarma de un carro se disparó. Ambos incidentes parecen estar ligados, seguramente la alarma se activó, lo que hizo que los perros comenzaran a ladrar.
En medio de lo complicada así debería ser la trama de su novela, cristalina, redonda y limpia, casi obvia. Un evento de acción y reacción como el de la alarma y los perros.
Ahora tiene sueño y muchas dudas sobre su novela. Tal vez mañana escriba uno de esos tontos artículos de cómo hacerlo: "7 cosas que debes hacer cuando dudes de tú novela" o algo por el estilo.
Apaga la luz y el computador y siente ganas de asomarse a la ventana para fumarse un cigarrillo, pero recuerda que leyó una escena similar en una novela y la tildó de cliché. Se quita el pantalón, se deja la camisa y se tumba al lado de Catalina que está profundamente dormida y no se mueve. Fantasea con la idea de que esté muerta.
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