viernes, 4 de noviembre de 2016

Luna

Los ojos de Luna son de color negro,  profundos.  Cuando le hablas te miran y presientes que su cabeza procesa mil cosas al tiempo: tu lenguaje corporal, el clima, el ruido del medio ambiente, lo que dices, etc. Debe tener unos 20 años.  La piel blanca hace un lindo contraste con el color, también negro, de su pelo largo, que está recogido en una cola de caballo.  Su cara tiene facciones finas y manchas que parecen de carbón.

Son las 6 de la tarde pasadas y mientras las personas caminan apresuradas, tratando de alejarse, lo más rápido posible, de sus oficinas, a ella todavía le quedan varias horas para terminar su jornada que arranca a las 6 de la mañana.

Lleva una sudadera gris gastada y un saco de color violeta que está muy sucio.  Trabaja como recicladora.  La ayudo a llevar un colchón y una base de cama al lado de unas canecas, que revisa  junto a un hombre que lleva puesto un overol azul.



Hacemos dos viajes.  Le pregunto que cuál es el recorrido que hace y cuántas veces a la semana.  "Vamos desde Las Cruces hasta la 170 los Martes, Jueves y sábados" responde.



Saca su celular y habla con su Tía.  Es con ella y otra amiga con las que organiza su negocio de reciclaje.  Alcanzo a escuchar cuando la tía le pregunta  sobre el el colchón y si está bonito.  Luna se da cuenta me mira y se ríe,  "Si, ahorita hablamos" le dice y cuelga.


 "Pero tienen carro, ¿cierto?" le pregunto
 "Si, una camioneta"  
"Y antes de la camioneta era pura infantería?"
Me responde con un "Noooo" que oculta un "¿cómo se le ocurre? "hacíamos el recorrido en zorra y con un caballo.  Luego nos cambiaron el caballo, se lo llevaron a una finca, y nos dieron la camioneta".

Quiero conocer más sobre su vida, no sobre su actividad de reciclaje, sino qué le gusta hacer, a qué se dedica los días que no trabaja.  Imagino que tiene muchas historias interesantes que contar. Le pregunto su nombre y luego sobre el costo de un caballo.  Tal vez no esperaba esa pregunta, pero no la conozco, no quiero fastidiarla y fue lo que me llegó a la mente en ese momento.

"Como 5 o seis millones"
Cuando dejamos la cama al lado de las canecas me despido de ella.  Sonríe y me dice: Que Dios lo bendiga".

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