viernes, 24 de febrero de 2017

Diclofenaco y muerte

Camino hacia el taxi. A pocos metros del carro, el conductor baja la ventana y me pregunta casi a nivel de grito:
"¿Juan Manuel?"
 "Si señor le respondo antes de abrir la puerta"
Apenas me siento me responde: "Yo también me llamo Juan Manuel"
 "Que bueno, tocayo"


justo después de arrancar, y antes de entrar en modo "audífono-y-mirada-perdida-en-el-horizonte", continúa con la conversación:

" ¿No se había dado cuenta?" Su frase lleva un ligero tono de decepción
"no, nome había fijado" respondo sin darle importancia al asunto

Al rato ataca de nuevo: "Como nuestro presidente, ¿Qué tal le ha parecido ese man?"

Sé de la importancia de tomar lados, de expresar lo que uno piensa, pero no quiero caer en las arenas movedizas de la política, tema que me aburre, así que respondo cualquier cosa. Para mi fortuna, el taxista coincide con mi trivial punto de vista.

Le doy la dirección exacta del lugar a donde voy.

" ¿Lo puedo dejar en tal calle? es para no tener que dar tanta vuelta y bla bla bla bla"
"No me puede dejar justo al frente?" dejo implicito, a manera de subtexto en la pregunta, un posible mal servicio.

"Sí claro, ahí miramos como le hacemos. Lo único que no tiene solución es la muerte, sí o no? O bueno si la tiene después de que uno se muere, pero ahí ya paila, ¿cierto?"

Le doy la razón, pero ¿quién sabe algo sobre la muerte?

"Yo casi me muero el 3 de enero" interrumpe mi pequeña divagación. "Fue por una gripa imagínese". Lo hago, me lo imagino tendido en una cama, con la cara roja por la fiebre y sudando. Adorno mi fantasia con un cura muy viejo, un primo lejano, con una sotana negra. Sostiene una biblia sobre sus manos, en las que lleva enrolladas un crucifijo.  No para de murmurar oraciones.

"Me puse malo y fui a una droguería a que me inyectaran Diclofenaco con otra droga, un matrimonio que ponen en las droguerías", punto por su uso de figuras narrativas, "Y ahí casi quedo. Usted sabe, uno que le hace caso a las personas que le dicen: tómese esto, tómese aquello."
Busca mi mirada por el retrovisor y asiento levemente con la cabeza.

Algo similar le pasó a mi excuñado. Le descubrieron que tenía la tensión alta y al médico se le olvidó decirle que partiera la pastilla en cuatro, y le dio un paro cardiaco, justo cuando estaba en consulta médica, lo trataron de revivir y todo pero de nada sirvió, imagínese.

No quiero que vuelva a cerrar sus frases con esa palabra. Ahora visualizo a su su excuñado, un hombre de unos 40 años gordo y con barba y, que está tendido sobre una camilla. A su lado, o más bien encima de él, un médico y una enfermera luchan por revivirlo. Al final la mujer entra en un ataque de histeria y comienza a golpearle el pecho. Ha visto eso en las películas, cuando no ya queda nada por hacer.

Llegamos a mi destino, le doy las gracias y después de bajarme, pienso por un rato  en el matrimonio del  Diclofenaco con otras sustancias  y también sobre la muerte. Al rato otro asunto ocupa en mi cabeza y olvido el tema.

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