Se llama Alberto. Calculo que debe tener un poco más de 55 años. Después de subir a su carro, en las primeras cuadras del trayecto. miro distraídamente por la ventana, mientras mastico un par de asuntos en mí cabeza, y me fijo en los rayos de sol que se estrellan con furia contra el pavimento. No tengo ganas de hablar. Él comienza a hacerlo.
En un cruce de una calle de barrio le da paso a una mujer que empuja un carro de bebidas calientes. "Lo que es el rebusque, ¿no?". "Si" le respondo, sin tener muy claro a que hace referencia y para entrar en modo conversación. Comienza a hablar. Me despido del silencio que había pretendido guardar.
"Ayer recogí un muchacho muy joven, un venezolano. Se vino para acá con toda la familia y no saben qué van a hacer. Me contó que la situación allá está muy jodida.
"Mi hija, la menor, apenas terminó la universidad se fue para Aruba, pero se tuvo que devolver". No entendí por qué hizo ese comentario.
"¿Qué estudió su hija?"
"Comercio Internacional"
" ¿Y qué hacia en Aruba?"
"Iba a trabajar en un puerto, pero mucho venezolano se ha ido para allá y regalan su trabajo, por eso se tuvo que devolver. Lo bueno es que apenas llegó consiguió trabajo en Iberia.
"Unas por otras"
"Si".
"La mayor es diseñadora gráfica y trabaja en Auros. Puede que no sean súper carreras, pero ahí van, además me han ayudado a aliviar la carga financiera, pues ya ambas aportan a la casa". No me mira, parece que aprovecha para recordar algún momento compartido con sus hijas. "Cada mes dicen. Mire mami, tome esta plata para los gastos del hogar."
"Lo importante es que les guste lo que hacen". Le digo. Alberto me mira, sonríe y asiente con la cabeza.
Nos quedamos callados por un momento, pero Alberto lanza otra frase, a modo de salvavidas para la conversación:
"Yo a los 11 años me fui de la casa". Lo miro con sorpresa y continua hablando. "Mi papá fue un viejo borrachín y todas las noches llegaba a darnos palo a mí y a mi hermano. A mis hermanas nunca las tocó porque mi mamá no dejaba que les pusiera ni un dedo encima. Yo me mamé y por eso me largué. Fue una época dura. Vivir en la calle es tenaz, pero aprendí a trabajar desde chiquito en muchas cosas, como mecánica y construcción.
"Este solazo está como pa' una pola, ¿cierto?". Ahora so yo el que asiente con la cabeza". "Una polita bien fría no nos vendría nada mal", concluye.
Le pregunto que si siempre se ha dedicado a conducir carro. "No, durante 20 años administré varios locales de chance y luego de eso monté una empresa de artes gráficas. Hace unos años al negocio le fue muy mal y hasta ahora me estoy recuperando, y ya es otro cuento con las hijas como profesionales. Yo manejo por ahí hasta la 1 y me voy para la casita".
"He pensado en irme a vivir a tierra caliente mis últimos días" me dice.
"Si, vivir el desenlace de la vida en un lugar así debe ser bueno. El caos de la ciudad como que lo envejece a uno más rápido" Le respondo.
"Si, mire que hace poco estuve en la casa de un primo en la Mesa y la pasé muy rico. Me levantaba temprano y me hacía un tintico. Pues sí, a eso es lo que le apunto y debo aprovechar ahora que estoy mejor de salud. Hace un tiempo que me dejaron de funcionar los riñones y me la pasé en la clínica de cirugía en cirugía. Y cómo son las cosas, mire que mi mamá sigue viva, pero ¿usted cree que se preocupó cuando estuve grave en la clínica? Nada".
No se me ocurre que responderle y al rato llegamos a mi destino. Le doy las gracias y le estrecho la mano, Alberto sonríe y me desea un buen día.
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