A veces ciertos escritos "entran" de manera más agradable, y por ciertas razones, difíciles de precisar, nos gustan más. Es como si fuéramos un surfeador experimentado que se monta en una ola, y la maneja a su gusto y al final esta lo deposita en la superficie del mar intacto, mientras que otros textos son un camino lleno de baches que sólo nos generan repulsión, si antes no nos hemos estrellado en alguno de sus imposibles recovecos.
Esos textos que digerimos más fácil que otros, son aquellos que se han escrito de forma sabrosa, que poco tiene que ver con estructuras gramaticales o narrativas, ni con ortografía sino más bien con el ritmo del texto.
Puede que el autor trate la idea más simple o tonta del mundo, pero eso poco o nada nos importará, si el texto es sabroso.
Escribir de esa manera podría, tal vez, considerarse similar a eso que algunos llaman tocar con feeling un instrumento, que está lejos del virtuosismo o dominio del mismo.
Algunas veces en los escritos sabrosos prevalece el flujo de las palabras que la idea que se pretende exponer y cuando se logran ambos objetivos, el texto es como una bala que se nos incrusta en la cabeza y que se quedará ahí hasta que dejemos de existir.
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