viernes, 27 de octubre de 2017

Dejar de hacer

Cuando dejamos de hacer algo que nos gusta porque nuestras ocupaciones, a las que solemos darles demasiada importancia, supuestamente no lo permiten, algo se rompe dentro de nosotros. ¿Qué? no lo sé, pero el equilibrio, el poco o mucho que tengamos en nuestra vida, se altera, enloquecemos un poco y, supongo, eso solo desencadena en desgracias.

En mí caso ese algo es escribir, Que si bien o mal, eso es lo de menos; lo importante es que realizar esa actividad, sin la que uno se siente incompleto, nos haga sentir bien, nos brinde alegrías, nos ponga a pensar y confronte, pues creo que si no nos genera un poco de conflicto, no dejar de ser una mera distracción.

Bien lo dijo Millás en su artícuento La Contrisión me mata:

“Al dejar de escribir, se acelera la rotación de la Tierra. 
Por cada cien sustantivos no escritos, el caos avanza 
una milésima de segundo.”

Hace cinco años que leí eso, y el escrito siempre viene a mí cabeza cuando tengo pereza de escribir. En varias de esas ocasiones me obligo a sentarme en el escritorio y muchas veces me quedo mirando la pantalla blanca, y la maldita no me dice nada. Cuándo eso pasa me pongo a describir cualquier cosa o hurgo en mi mente hasta que doy con algún suceso para narrar, sin importar si es un hecho trivial, como una mosca que paso volando o un asunto “serio”.

Cuando definitivamente la pereza me gana, luego me siento mal. Creo que a todos nos pasa lo mismo, sin importar qué sea lo que nos guste hacer: escribir, hacer yoga, bailar, jugar yo-yo, trompo o fútbol; patear una piedra en la calle, dibujar, meditar, tocar un instrumento, caminar, correr, cantar, leer; todas esos algos que nos mantienen unidos, permiten que seamos personas y que no nos desmoronemos. 

Tal vez, cada vez que dejamos de hacer algo, no sólo la rotación de la tierra es la que se acelera, sino también el tempo que nos queda de vida se acorta en una centésima de segundo. Si sumamos la cantidad de veces que hemos dejado de hacer, seguro no dormiríamos tranquilos.

No hay comentarios: