Para comenzar estas cinco palabras, después que venga lo que tenga que venir, lo que surja, bueno o malo, ¿qué más da? Echar a rodar lo que sea que tenemos en mente para ver a dónde nos lleva, para no morir de inanición a causa de inactividad.
“En un pequeño hoyo en el suelo vivía un hobbit”, escribió Tolkien alguna vez en la esquina de una hoja de un examen que estaba calificando, solo porque sí, para comenzar, porque le dio la gana escribir eso, sin saber que la frase iba a ser la semilla de un libro, luego una trilogía y gran parte de su obra.
Queda claro que para Comenzar lo que sea, así lo consideremos una estupidez, aunque nuestra limitada mente no sea consciente de que todo comienzo tiene gracia y vale la pena. Arrancar a hacer algo a manera de capricho, por puro instinto; porque no todo tiene que tener un fin o un resultado y mucho menos una explicación.
Comenzar sin bases, en la oscuridad, a tientas, para luego avanzar despacio, a punta de trompicones o arrastrarnos si es necesario, y luego ir ganando tracción en búsqueda de esa nada hacia la que nos dirigimos y que aún no ha tomado forma.
Un arrebato, un tic, una palabra; tantas cosas que tenemos a la mano para comenzar.
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