Este post, agrupación de palabras, escrito, texto, llámelo como quiera, estimado lector, iba a tener otro título, ¿cuál?, no sé, pero iba a tratar sobre algo que alguien dijo hoy en una reunión y que en el momento que lo escuché, se me ocurrió conectarlo con otro tema y pensé: “Creo que puedo escribir unas cuantas palabras sobre eso”.
Pero, como ocurre muchas veces, ambas ideas, la principal, la que escuché, y la secundaria, con la que de alguna forma iba a respaldar a la primera, se me esfumaron de la cabeza, dado que aún no he perfeccionado el arte de anotarlo todo, manía indispensable, creo yo, para escribir, pues ¿cómo saber qué de una frase que pensamos, de algo que escuchamos, un sencillo avistamiento, lo que sea, no va a germinar un cuento o una novela? Además no es tan bueno confiar tanto en la memoria.
En el momento en que intenté recordar el tema y no pude hacerlo, lo dejé ser, me dije: “fijo cuándo me siente a escribir va a aparecer como por arte de magia”, como si ponerme a teclear lo fuera a invocar, pero luego de estás 192 palabras, sigue sin salir a la superficie de mí consciencia.
Es un poco frustrante, porque es como si uno quisiera agarrar una paloma que picotea el piso mientras camina torpemente llevando, en cada paso, un ritmo cualquiera con su cabeza. De antemano uno sabe que, de adulto, no tiene sentido alguno corretear un pájaro, pero supongamos que nos empeñamos en hacerlo y corremos como locos detrás del animal, que sale volando apenas se siente amenazado. De ahí, imagino que tiene que ver algo todo ese cuento de “Se me fue la paloma”.
Tal vez ese podría haber sido el título, pero no creo que la idea y/o paloma, me haya abandonado aún. Quizás está, digamos, hibernando para hacer su aparición en un momento crucial, uno de esos en que uno se queda sin nada por decir. De pronto esa idea perdida, será la perfecta para rellenar un silencio incomodo o para meter la cucharada en el momento indicado. Ya les contaré.
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