viernes, 8 de junio de 2018

El saludo de Borges

¿Quién debe saludar, el que llega o el que está? Siempre he escuchado frases tipo: “el que llega saluda”, “saludar es de buena educación”, e imagino que otras, que no recuerdo en este momento. Ahora bien, ¿qué tan importante es saludar a alguien que no conocemos?

Hoy, cuando llegué al edificio, pedí el ascensor y mientras escuchaba Reach Down, canción con la que siempre practico batería aérea. Mientras hacía eso y me perdía en el solo de guitarra. Oprimí el botón del ascensor y esperé junto con otro señor a que este llegara.

Cuando por fin la cajita que sube y baja aterrizó en el primer piso, se abrió la puerta y salió de él un hombre canoso y calvo que me recordó a Borges.

El hombre se quedó mirándome fijamente, mientras movía los labios, pero sus palabras no llegaron a mis oídos pues, bien sabemos, estaba inmerso en la actividad de escuchar música, y justo en ese momento zapateaba fuerte el piso, dándole con mi pie derecho a un bombo imaginario.

No sé por qué me quedé mirando fijamente al hombre, hasta que caí en cuenta que me estaba hablando, así que me quité un audífono para ver que era lo que quería decirme. “¿Cómo perdón?”, fue la pregunta que formulé mientras colgaba el audífono en mi oreja derecha. “¡Que lo estoy saludando! Me respondió Borges con rabia con una especie de grito, como si fuera una obligación de mi parte tener que devolverle el saludo a él, un desconocido.

“Buenos días, no lo había escuchado”, le respondí. Tal vez, para aplacar los ánimos. Le habría podido contar sobre la canción del Temple of the Dog, mis ínfulas de baterista y, ¿por qué no?, de otras fantasías que me acompañan a diario, pero el Borges del que les hablo tenía cara de pocos amigos, como si no hubiera escrito por varios días, así que lo deje ser. 

Luego de mi respuesta dio media vuelta y farfulló otro par de palabras, imagino que hacían alusión a mi supuesta conducta inapropiada, que no llegaron a mis oídos.

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