Hoy les voy a hablar sobre el todo y, ¿qué es el todo? Pues se me ocurre decir que es lo opuesto a la nada, o también la suma de muchos “algos”. Lo que ocurre es que cualquier cosa es todo, pero que cómoda es la palabra “cosa”, entonces mejor digamos que cualquier situación, momento, suceso, tema, idea, objeto, etc. es todo.
Supongo, estimado lector, que si a está altura o bajura sigue leyendo, espera una explicación al párrafo introductorio. Créame que yo también, así que veamos a dónde nos llevan las letras.
Digo que todo es todo, valga la redundancia, porque me gusta pensar que todo en este mundo y nuestras vidas está conectado de extrañas maneras, imperceptibles a nuestros sentidos y lógica. Qué sé yo, suponga que hoy a las 5:34 de la tarde, alguien en Sargans, un pueblo Suizo, se atoró con un trozo de papa, un hecho insignificante a primera vista, pero lo que no sabemos es de qué forma nos afectó o nos va afectar.
El primer paso para entender la teoría que propongo, es aceptar el todo, es decir, asumir que un recuerdo, un niño que se columpia en un parque, una sonrisa, el cursor que titila sin cansancio, un vaso con una bebida a medio terminar, un paquete de papas, una lámpara, una biblioteca, una pila de revistas, un beso apasionado, pendiente o que nunca vamos a dar; una mochila, una vela que nunca se ha encendido, un mug con esferos de todos los colores, una estatuilla en de algún dios, una puntilla clavada en la pared de la que no cuelga nada, una libreta con apuntes, un recibo, lo más insignificante o efímero que presenciemos o se nos pueda ocurrir, es todo.
Ya una ves familiarizados con el todo, viene el paso más crítico de todos y que aún no he conseguido dominar: Entender de qué manera nos afectan esos todos que se presentan a cada instante en nuestras vidas.
Supongo que cuando lo descifremos alcanzaremos una especie de nirvana.
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